El martes fue un día difícil de violencia, reconoció el habitante de Palacio Nacional. A las 6:45 de la mañana fueron descubiertos los restos mutilados de tres varones en el municipio de San Nicolás de los Garza. En una hielera había dos rodillas humanas y en la otra un cuello. Más tarde, en Santa Catarina, se descubrió un costal en cuyo interior se hallaron un par de brazos y una cabeza.
Para las nueve de la mañana las autoridades de la zona metropolitana de Monterrey habían localizado miembros cercenados de, al menos, doce personas. Todas las víctimas habrían sido hombres, sin embargo, hasta ayer por la noche, la autoridad desconocía la identidad de las víctimas.
Quien concibió esta trama macabra se aseguró de dejar un rompecabezas incompleto a lo largo de un perímetro extenso que incluye a los siete municipios económicamente más importantes de Nuevo León.
Es el jodido Guernica. Un fresco de terror que ni Picasso habría soportado dibujar, porque no fue una bomba lanzada desde un avión la que mutiló así los cuerpos. Los autores de esta imagen de terror tuvieron que haber amputado con sus propias manos las rodillas, los cuellos, las cabezas, los brazos y los torsos que luego fueron esparcidos.
En el conflicto armado que ocurre entre bandas tan crueles no hay que creerle a nadie. Mienten cuando dicen que este acto de terror sirve para castigar traidores o inhibir detractores, también falsean con que se trata del control de las metanfetaminas o del cristal, o de las rutas o del territorio.
La única verdad es que se trata de psicópatas. Asesinos seriales con permiso para desatar la ira de su locura, cuando quieran y dónde quieran. El martes no sólo fue un día difícil, fue un día insoportable, infame, demoníaco, en el que se cruzaron una vez más las fronteras del horror y la peor naturaleza humana.
Algunas hieleras que contenían restos traían por fuera, pintadas con aerosol, las letras que sirven para distinguir al Cártel del Noroeste, antes conocido como el cártel de Los Zetas. Ese monstruo no ha hecho más que mutar desde que lo inventaron veinte desertores del Ejército mexicano, cuyo entrenamiento en el extranjero les enseñó justamente a marcar territorio con restos humanos.
Fue a principios de siglo que los energúmenos de esa primera expresión de crueldad criminal comenzaron a recorrer el territorio mexicano. Desde entonces poco han cambiado el retrato del horror. Sigue tan vivo como si los muertos de Guernica continuaran muriendo todos los días.
Acusan los Zetas de la última generación que sus adversarios, encabezados por un tal Rodo (Rodolfo Ramones Barba) –un aliado del Cártel de Sinaloa–son los únicos responsables de que ellos se hayan manchado las manos de sangre.
En Nuevo León se dice que el Rodo, un sujeto tan demente como sus enemigos, cuenta con apoyo de funcionarios locales corruptos. Si querían llamar la atención del país entero ya lo hicieron. Con todo, ni el peor de los animales gastaría la vida de sus semejantes para fabricar tan abominable mensaje.
Zoom: Son el cuchillo del carnicero de una obra sin sentido. Son el puto Guernica, pero deformado, la exageración al infinito de la vileza.