El tema de género es, sin duda, la principal razón de la desigualdad mexicana y lo demuestra la brecha que a cualquier edad significa el ingreso recibido dependiendo del sexo; por ejemplo, entre los 20 y 29 años la diferencia salarial es de 30%
Cuando todo es personal, la vista se nubla. Esta semana el Inegi publicó una radiografía muy precisa sobre el estado de la desigualdad en México y en vez de apreciarla con rigor, los antagonistas de siempre decidieron utilizarla como granada para evidenciar las mentiras de cada lado.
Mientras esa gente se queda peleando en la loma de sus respectivas vanidades, vale la pena poner el ojo en esa data que dice muchísimo del lugar donde México está parado frente a su principal deuda moral: la desigualdad.
Como cualquier otra radiografía ésta también tiene zonas luminosas, otras oscuras y, lo fundamental, traza un rumbo sobre lo que deberíamos hacer hacia delante para continuar acortando las distancias. Aquí va primero lo bueno, luego lo negativo y finalmente la agenda pendiente en materia de desigualdad.
La mejor noticia arrojada por la encuesta nacional de ingreso y gasto en los hogares (ENIGH), levantada el año pasado, es el acortamiento de la distancia entre quienes habitan en el primero y en el último piso del edificio nacional.
Utilizando la metáfora de una construcción con diez niveles se puede observar un acortamiento de la altura entre el suelo y el techo. En 2016 los ingresos que se obtenían en la planta baja del edificio eran 21 veces menores a los generados en el último nivel. Según la última ENIGH, esa distancia es ahora de 15 veces.
¿Qué cambió en ocho años? Crecieron las remesas, el ingreso por trabajo independiente, las entradas por jubilaciones y pensiones y la derrama de los programas sociales.
Si bien no existe una mejora significativa del ingreso mensual por persona, las variables anteriores han provocado una redistribución evidente de los ingresos generales.
Otros datos podrían obtenerse si se comparan las cifras expuestas entre 2018 y 2022, pero dado que en medio atravesó como meteorito la pandemia de covid-19 resulta más neutra la comparación de los datos entre 2016 y el año pasado.
Durante ese último periodo la derrama por remesas se incrementó 41.3%. El ingreso por trabajo independiente (no subordinado) creció 18.3%. Las entradas por jubilación y pensiones se multiplicaron 22% y el aporte a la economía del hogar proveniente de los programas sociales se acrecentó 58.6%.
México no había visto en los últimos 40 años un fenómeno de redistribución tan impresionante. Sin error en el juicio puede afirmarse que el país tomó decisiones pertinentes para corregir una desigualdad persistente que los gobiernos anteriores al encabezado por Andrés Manuel López Obrador no habían atendido con igual compromiso.

Sin embargo, aún nos encontramos muy lejos de la aspiración democrática igualadora de las oportunidades socioeconómicas. Aunque menos elevadas, las distancias entre los pisos uno y diez continúan siendo importantes. Un habitante del primer piso cuenta hoy en nuestro país con ingresos de mil 314 pesos mensuales. Con ese monto debe pagar por su alimentación, transporte, salud, educación y un largo etcétera de necesidades para sobrevivir. Son 12 millones 888 mil personas las que se encuentran en esta circunstancia.
En contraste, los habitantes del piso diez cuentan en promedio con un ingreso mensual de 19 mil 676 pesos. Entre el privilegio y la desposesión hay una barranca aún muy ancha. Mientras a los habitantes del primer piso les tocan dos pesos de cada cien, los que viven en el último piso se quedan con treinta y uno.
No obstante lo anterior, las políticas económicas y sociales recientes lograron hacer que mientras los tres primeros pisos mejoraron su ingreso, los últimos tres experimentaron una reducción. En promedio los niveles de la base del edificio mejoraron sus ingresos 16.4%. En cambio, los últimos tres niveles experimentaron una reducción superior a 3% en sus entradas.
Ahora bien, no todas son buenas noticias en esta radiografía. La peor noticia aportada por la ENIGH tiene que ver con una de las políticas clave para erradicar la desigualdad crónica. Se trata de la política de salud. De acuerdo con este instrumento de medición, el gasto en salud para el promedio de las familias mexicanas se incrementó 29.7% entre 2016 y 2022. Es evidente que la desaparición del Seguro Popular, el fracaso del Insabi y la lentitud en la puesta en marcha del proyecto IMSS Bienestar ha lastimado las finanzas de los hogares. Alrededor de 50 millones de personas se encuentran actualmente desprotegidas respecto a la atención médica.
Otro sonoro fracaso de la política fue la eliminación de las becas y los apoyos para realizar estudios. La ENIGH provee información para reclamar la desaparición de los programas de apoyo a niñas y niños que se entregaban antes a través del programa Oportunidades. De acuerdo con esta medición, entre 2016 y 2022 el gasto público dedicado a becar estudiantes se redujo 37.7%.
Igual ocurrió una reducción significativa en las transferencias que antes hacían las organizaciones de la sociedad civil a las poblaciones más vulnerables. En este rubro la caída fue de 39.1%. Es evidente que el divorcio emprendido por el gobierno de la cuarta transformación respecto a las organizaciones de la sociedad civil –dedicadas sobre todo a actividades filantrópicas– tuvo un impacto relevante a la hora de secar esa fuente de recursos con la que antes contaban muchos hogares.
Respecto a la agenda por venir cabe destacar cuatro temas necios a la hora de explicar la desigualdad mexicana: género, origen étnico, región de residencia y años de educación. Por el poco espacio que le resta a este texto me centraré en el tema de género que es, sin duda, la principal razón de la desigualdad mexicana. Lo demuestra la brecha que a cualquier edad significa el ingreso recibido dependiendo del sexo. Entre los 20 y los 29 años la diferencia salarial controlada por género es de 30%, pero conforme la edad de las personas avanza la distancia llega a alcanzar 40%. La única buena noticia a este respecto la ofrece la pensión de adultos mayores que explica por qué, después de los 60 años, esta brecha se ha acortado, cuando se compara con las cifras, por ejemplo, de 2016. El número de hijos también es un marcador poderoso de desigualdad. Las mujeres que tienen tres o más hijos suelen ganar 80% menos que los varones. En este punto el tema de la economía del cuidado, que cobra un impuesto muy superior a las mujeres, es parte central de la explicación. Si las mujeres son además indígenas o viven en regiones menos favorecidas, la brecha de ingresos se amplía inmoralmente.