No es lo mismo la reforma al Poder Judicial federal que la reforma de la justicia. Es indiscutible que en México hay desigualdad ante la ley y ante el Estado. También lo es que ésta es una deuda principal con nuestra democracia.
La cigüeña determina cómo nos trata la policía, el Ministerio Público, los juzgados, los tribunales, la Suprema Corte y las cárceles. Todos los estigmas de la discriminación operan a favor de la injusticia sistemática. Por eso hay un consenso abrumador para cambiar las cosas.
El problema es tan grave que no puede resolverse con una medicina única. Las soluciones simples a los problemas complejos son la peor salida frente a la enfermedad.
La iniciativa presentada el pasado 5 de febrero por el presidente Andrés Manuel López Obrador sufre de este problema. Ha tenido como virtud abrir una discusión que era urgente, pero la propuesta se desentiende de la justicia para centrarse en el Poder Judicial federal.
Por la organización de nuestro sistema, ocho de cada 10 asuntos abordados por los jueces mexicanos se resuelven en el fuero local. Y, sin embargo, el debate está centrado en la Corte y los órganos federales. Tal cosa fue evidente en la primera sesión de parlamento abierto.
Este es un buen ejemplo del foco mal emplazado que guía el debate y no es el único. La iniciativa presidencial de plano dejó fuera la indispensable reforma a las fiscalías.
Si se revisan las encuestas, peor valoración tiene el Ministerio Público que los jueces y, sin embargo, esa institución permaneció intocada. Lo mismo sucede con la función investigativa y científica que son centrales para aportar racionalidad en los juicios.
La lista de omisiones es larga porque no se pensó en hacer una reforma a la justicia, sino en echar a mil 600 jueces federales de sus puestos para sustituirles por otros cuyo acceso sería a partir del voto popular.
El Poder Judicial federal es solo una pieza del sistema, importante si se quiere, pero es ingenuo suponer que con su renovación total y de golpe las cosas van a cambiar.
Zoom: El país perdería una oportunidad importantísima si al mal que le aqueja se le atiende con una medida precaria. Sería como recetar un té de manzanilla para resolver una obstrucción grave en el sistema digestivo.