Fueron excesivos los niveles de nerviosismo alcanzados por el gobierno de Claudia Sheinbaum después de que se hicieran públicas las comunicaciones enviadas por Ismael El Mayo Zambada; prueba de la sobrerreacción es que no hubo una lectura cuidadosa del contenido del texto.
Alejandro Gertz Manero, fiscal general de la República, fue convocado a la conferencia mañanera del pasado martes para que informara sobre las cuatro solicitudes que su dependencia ha realizado para repatriar a este líder del cártel de Sinaloa.
La intervención del titular de la FGR pareció responder a un párrafo específico de la última carta. ¿Qué dice ese párrafo?
“No se debe de perder de vista la irregular e ilegal manera en que (…) fui puesto a disposición de las autoridades de los Estados Unidos de América (...) (E)n caso de ser juzgado (…) mi caso puede constituir un punto de fractura en la relación en materia de cooperación de impartición de justicia entre México y los Estados Unidos”.
¿Quiso El Mayo decir con estas líneas que va a compartir con las autoridades extranjeras información sobre las relaciones corruptas entre el cártel de Sinaloa y el poder político mexicano? ¿Dice ahí que hará tal cosa si México no logra su repatriación?
Pues ni una cosa ni la otra. La misiva de Zambada se centra en su única y real preocupación: evitar la pena de muerte. Pide por tanto al gobierno de Sheinbaum que interceda en su favor para conjurar ese eventual escenario. Eso es todo.
Cuando refiere al colapso de las relaciones bilaterales argumenta el nocivo precedente que significaría el que un mexicano sea secuestrado en territorio nacional y luego ejecutado por la justicia estadunidense.
Por si la carta dirigida a Sheinbaum no fuera suficientemente clara, Frank Pérez, el abogado principal de Zambada, ofreció una entrevista al reputado periodista Ioan Grillo, en la cual se subraya el mismo mensaje.
Zoom: Primero, El Mayo no tiene intenciones de convertirse en informante ni en testigo protegido de las autoridades vecinas. Segundo, está dispuesto a pasar los últimos años de vida en la cárcel (actualmente tiene 76 y padece diabetes). Tercero, quiere proteger a los integrantes de su familia que aún viven en Sinaloa. Y cuarto, buscar escapar a toda costa de la inyección letal.