Desde que ocurrió no puedo dejar de pensar en el asesinato de Charlie Kirk, mientras daba un discurso en la Universidad del Valle de Utah, y es que su muerte trasciende a la persona para proyectar de golpe todas las fracturas que se agravan en nuestro planeta.
Este homicidio marcará un antes y un después en la violencia que recorre nuestras sociedades. Galvaniza posiciones dentro de Estados Unidos, pero alcanza con su polarización a poblaciones que habitan fuera de las fronteras de ese país.
Como muestra destaca la manifestación de más de 110 mil almas que tomaron las calles de Londres el sábado para enaltecer las banderas que Kirk hacía ondear como activista.
Entre otros oradores, ahí tomó la palabra la catalana Ada Lluch, una chica de 25 años que, además de exigir el cierre de las fronteras europeas a la migración musulmana, afirmó que el régimen de Francisco Franco en España fue mejor que la actual democracia de su país.
En revancha, el martes activistas provenientes del espectro político opuesto proyectaron imágenes de Donald Trump y Jeffrey Epstein sobre los muros del Palacio de Buckingham, con el propósito de recordar la amistad que una vez hubo entre el acosador sexual y pedófilo y el actual mandatario de Estados Unidos.
De acuerdo con autoridades de la capital británica, las personas que organizaron este performance fueron detenidas y privadas de su libertad por ejercer un supuesto discurso de odio.
Al día siguiente, Donald Trump amenazó al periodista de ABC News, Jonathan Karl, cuando éste interrogó al mandatario sobre las declaraciones de la fiscal general, Pam Bondi, a propósito de que perseguiría a toda aquella persona que se atreviera a pronunciar expresiones “de odio” en contra de Charlie Kirk.
Trump recién había bajado del avión que aterrizó en suelo británico y ahí dijo sin escalas: “deberíamos perseguir a personas como usted, porque me trata de manera muy injusta; eso es odio, usted tiene mucho odio en su corazón”.
Hay razones para no dejar de pensar en la muerte de Charlie Kirk como un antes y un después, un punto de no retorno —como solía llamar a su organización— a propósito de la violencia política.
Zoom: La muerte de Kirk y el homicidio, presuntamente cometido por Tyler Robinson, son la prueba irrefutable de que la palabra que convoca a la violencia se convierte en violencia, no solo entre los individuos sino entre las sociedades.