Prácticamente, todas las encuestas posgasolinazo (MILENIO, Reforma, El Financiero, SDP), reportan que Morena ya encabeza las preferencias electorales, de cara a la contienda presidencial de 2018. Miden únicamente el nombre del partido, sin las otras siglas que ya están muy posicionadas en el imaginario colectivo, AMLO.
Esta es la verdadera razón “de mercado” por la que el gobierno ha decidido postergar los aumentos a la gasolina anunciados desde el año pasado.
El dato duro de que un partido con apenas tres años de vida ya esté arriba de todos los demás exhibe otra realidad que vive el país: la crisis de la partidocracia.
Morena y su fundador, AMLO, son una opción antisistema (muy atractiva en tiempos de cólera ciudadana) que juega con las propias reglas del sistema. Esto explica en buena medida el rápido posicionamiento que ha tenido la organización, además, por supuesto, del liderazgo social de su creador y dirigente máximo.
En el primer año de vida (2015), Morena compitió exitosamente frente a sus vecinos ideológicos y ex compañeros de alianza: PRD, PT y Convergencia. En el segundo año (2016): se colocó como segunda y tercera fuerza en la mayoría de las elecciones locales. Y en su tercer año (2017) es ya una opción competitiva para las gubernaturas del Estado de México, Nayarit y Coahuila, además de encabezar las preferencias presidenciales del próximo año.
La aceptación ciudadana de Morena ha despertado el celo, el coraje y la guerra sucia que ha reeditado la élite política en su contra, por el temor a ser desplazados en 2018. Un ejemplo: los spots que PRI y PAN lanzaron al aire para presentar a AMLO como un peligro para México y un luchador que genera desempleo. Sin embargo, lejos de minar su posicionamiento, lo consolidaron.
Sobre todo, porque los partidos emisores del mensaje carecen de credibilidad. El PRI ha generado 6 millones de nuevos pobres sin cerrar una avenida y el PAN un millón de víctimas por su guerra contra las drogas. ¿Quién es el promotor del desempleo y quién el peligro para México?
Pero el dato más ilustrativo de la naturaleza competitiva o torque de Morena es el siguiente: todo este avance lo ha logrado con el 1 por ciento del financiamiento público otorgado a los partidos políticos en los últimos 20 años.
Desde 1997 hasta el presente año, los partidos políticos han recibido un total de 66 mil 295 millones de pesos de prerrogativas federales (www.ine.mx/archivos3/portal/histórico/recursos). Si consideramos las prerrogativas estatales, esta cifra rebasaría los 100 mil millones de pesos.
En 20 años el PRI ha recibido de la Federación 18 mil 930 mdp, el PAN 16 mil 570, el PRD 10 mil 381 y así sucesivamente.
En tres años, Morena ha recibido únicamente 879 mdp. Si consideramos que una tercera parte lo destina a las universidades y programas sociales, tenemos que las prerrogativas gastadas por Morena serían del orden de 600 mdp aproximadamente. Es decir, menos de 1 por ciento de lo que han costado los partidos en dos décadas.
En pocos años y con pocos recursos, Morena es un jugador corrosivo para la partidocracia, porque demuestra que no se requiere un financiamiento público cuantioso e insultante para ser competitivo y ganar elecciones.
En lugar de celos, envidia y guerra sucia, esto debería de causar vergüenza, rubor y pena a la clase política dominante.
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