Esta semana ha sido muy complicada para el incipiente mundo de las monedas digitales, las criptomonedas. Un desplome en su valor de hasta 98% ocasionó la necesidad de ofrecer, en algunos espacios, líneas de atención para evitar suicido. Pocas empresas y personas soportarán un golpe patrimonial como este que, irremediablemente, remite a la famosa burbuja puntocom en la que liquidez y especulación dejaron en la ruina a millones de personas a principios de siglo y que pocas empresas y personas soportaron. Uno de los grandes mensajes de estas crisis es que los jugadores cambian, pero la evolución no se detiene. Sirva de muestra voltear a ver dónde se encuentra hoy el modelo de negocio puntocom y el papel que juega en el comercio electrónico. Al parecer lo mismo sucederá con las criptomonedas si se atienden la historia y evolución del dinero. Actualmente el 4% de la población mundial ya las utiliza.
Dejando a un lado las burbujas, las criptomonedas son un salto cuántico en la oferta de soluciones, no solo como moneda, sino en áreas como, entre muchas más, asuntos públicos. Un ejemplo es la tecnología Blockchain o cadena de bloques como alternativa para la rendición de cuentas; permite documentar el quehacer gubernamental a partir de un registro seguro de información encriptada, descentralizada, sincronizada e inviolable.
Hace un año colapsó la Línea 12 del metro de la Ciudad de México. Dejó 26 víctimas fatales, decenas de heridas y puso en la palestra mundial a México. Recientemente, más de una persona levantó la ceja por la respuesta oficial y la información disponible para entender por qué sucedió, cómo se utilizó el dinero y deslindar responsabilidades con apego a la ley. Una ciudad que se jacta de innovadora digital tiene la obligación de aprovechar soluciones como Blockchain para documentar y rendir cuentas en un rubro tan importante para el patrimonio público y seguridad de la gente como el de obra pública. Información que además la ley de transparencia ordena que esté disponible, completa, sin riesgo de sufrir alteraciones, ni caprichos en el manejo de unas investigaciones que, de cara a la ciudadanía y medios de comunicación, hoy no se han visto más que como un manto de protección política en lugar de lo que algunos no se cansan de decir: la verdad.
No hay argumento que valga para desaprovechar soluciones tecnológicas en la rendición de cuentas para rubros como obra pública; su diseño, ejecución, mantenimiento, presupuesto y saber quién es responsable de qué, con evidencia transparente, documentada y verificable. Los jugadores cambian, pero la evolución no se detiene; pocos gobiernos y pocos servidores públicos soportarían un golpe de rendición de cuentas que, irremediablemente, remitirá a una burbuja de impunidad que puede dejar en la ruina la legitimidad de las instituciones.
Ricardo Corona