Aceptar la angustia profesional no es señal de debilidad. Es más, si desde la empresa no se asume la ansiedad de los colaboradores, no habrá semáforo verde o vacunas que alcancen para recuperar el negocio o la economía.
El burnout, síndrome de estrés crónico en el lugar de trabajo, es una enfermedad que reduce la eficacia profesional de las personas.
México, según la OMS, sufría más estrés laboral que China o Estados Unidos. La NOM-035 de 2019 se implementó para que los empleadores identificaran, analizaran y previnieran los factores de ansiedad. Pero, en el proceso de entender cómo lograrlo vía programas de bienestar, llegó esta pandemia y aumentó nuestra angustia. Primero tratamos de alejar la enfermedad y vino el duelo por la pérdida de vidas, luego se luchó por conservar el empleo y sobrevivir al aislamiento. Ahora viene el regreso a la absoluta incertidumbre de la nueva realidad.
“Cada colaborador enfrenta una situación a nivel personal, profesional y familiar diferente, a veces en el home office y otras veces en la oficina, por el gran reto de las empresas es llevar los programas de bienestar a un nivel de personalización máximo”, me dijo José Mársico, CEO de Body Systems, empresa de wellness corporativo.
Si queremos productividad, necesitamos “genuinamente dar permiso a nuestros colaboradores de tomar cinco minutos para el alivio de la tensión”, me dijo José. En este tiempo, me explicó, se pueden reducir 98 por ciento de las toxinas del cuerpo vía respiración, movilidad articular y ejercicios de atención plena, además de elevar los neuroquímicos positivos para liberar el estrés.
En 2017 la OMS estimó que la depresión y la ansiedad le costaban a la economía mundial un billón de dólares al año en pérdidas de productividad. Si se contempla el impacto global acumulado de todos los trastornos mentales, la pérdida de la producción económica mundial puede ascender a 16.3 billones en 2030, según el WEF y la escuela de salud pública de Harvard.
Dentro de los factores de riesgo a la salud mental en la empresa están las políticas inadecuadas de seguridad y protección de la salud, horarios rígidos de trabajo, falta de claridad en los objetivos y prácticas ineficientes de comunicación, según Willis Towers Watson. Ahí, una suerte de receta para prevenir la ansiedad en la empresa (y me atrevería a decir que también en las escuelas y el gobierno).
“Necesitamos atender de forma inmediata los problemas de salud mental, sin olvidar que vivimos en un cuerpo físico que venía de enfermedades crónicas por sedentarismo, sobrepeso y obesidad”, me dijo José.
Los líderes necesitan invertir y entender, desde su vulnerabilidad, que cuando logramos un balance físico y emocional, también podemos ser más creativos, más innovadores, más profesionales, más productivos y resilientes para enfrentar lo que sea que venga.
@vivircomoreina