Es junio y es mes del orgullo. Pero en México nos falta mucho para que la diversidad no sea conversación solo en marzo y junio.
Hace unos días un amigo de la comunidad LGBTQ+ dejó su empleo por discriminación. Tras casi 20 años de vida laboral fuera del clóset, se sintió incómodo en su trabajo. Ese mismo día, una amiga compartió este dato sobre México en LinkedIn: “Lxs solicitantes de la comunidad LGBT+ tienen 1.5 veces menos probabilidades de ser invitadxs a una entrevista de empleo que lxs solicitantes heterosexuales”. Antes de llamarle a Itziar Gómez, directora de Plasmar Comunicaciones, busqué el documento que citaba de la OCDE y otros, de donde salen estos datos:
1. “Los ciudadanos mexicanos se encuentran solo a mitad del camino hacia la plena aceptación social de la homosexualidad, con una calificación de casi 5 en una escala de aceptación del 1 al 10. La baja aceptación de las personas LGBT las coloca en riesgo de ser víctimas de discriminación”, dice la OCDE.
2. Dos por ciento de la población en México pertenece a la comunidad LGBT+, según Inegi, y en 26 de los 31 estados se permite el matrimonio igualitario.
3. México ocupa el segundo lugar en el mundo por transfeminicidios, según Proyecto de Monitoreo de Asesinatos Trans.
Necesitamos lugares seguros en México y uno debe ser el sitio donde trabajamos. Es inquietante que un estudio de Page Group realizado a mil 500 empresas diga que 70 por ciento no son incluyentes.
La pregunta que tenía para Itziar, quien además capacita a organizaciones sobre diversidad, equidad e inclusión, era: ¿cuál sería un cambio o ajuste en un espacio laboral que tenga un impacto positivo para la comunidad LGBTQ+?
Itziar planteó varios: crear un comité LGBTQ+ construido por miembros de la comunidad; dar capacitaciones para contrarrestar los sesgos; usar lenguaje incluyente; pensar en buenas prácticas, como ser estratégicos y en caso de movilidad laboral no enviar a alguien de la comunidad a uno de los 37 países donde las muestras de afecto entre personas del mismo sexo son ilegales. Por último, me dijo, “algo muy sencillo es tener baños cis (cisgénero), sin etiquetas”, porque “son los pequeños cambios los que construyen un ambiente de seguridad”.
La diversidad e inclusión impactan de forma positiva en el resultado financiero de las empresas, eso se ha comprobado. Pero no es todo: “la inclusión LGBT ejerce una influencia positiva en la acumulación de capital humano, que actúa como catalizador de la innovación”, comprueba Trung V. Vu, del departamento de Economía de la Universidad de Otago en Does LGBT inclusion promote national innovative capacity?
Si además del resto de las razones de peso, reducir la discriminación contribuye a la prosperidad económica, ¿qué estamos esperando?, ¿por qué no estamos trabajando activamente en diversidad, equidad e inclusión?
Regina Reyes-Heroles C.
@vivircomoreina