Los sucesos más recientes en finanzas y economía nos llevan al borde del colapso.
La inflación llegó a 7.05 por ciento, el nivel más alto en 20 años, como lo adelantó Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México.
De inmediato se vio la reacción en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y Biva, y el índice de referencia del mercado (S&P/BMV IPC) regresó a terreno negativo. Unas horas más tarde, el peso cerró en 21.45 unidades por dólar, perdiendo un punto porcentual en 24 horas y sumando cinco jornadas de depreciación. Y para el final del día llegaron los ajustes en los pronósticos: no será hasta el cuarto trimestre de 2022 que la inflación vuelva al rango de tolerancia de Banxico y es probable que se anuncie otro incremento en la tasa objetivo en diciembre, de acuerdo con lo reportado por el Grupo Financiero Ve por Más.
Nos enteramos también que debíamos olvidar la llegada a Banxico de Arturo Herrerra y en la triste despedida surgieron preguntas relevantes: ¿cuánto riesgo corre la autonomía del banco central?, ¿cómo mantener la confianza de los inversionistas?, y claro, con todo esto, ¿cómo controlar la inflación?
Además, Coneval informó que el nivel de pobreza laboral volvió a deteriorarse y en el tercer trimestre de 2021 hubo 1.1 millones de personas más con ingresos inferiores a la canasta alimentaria. Así, son 52 millones de personas en pobreza laboral.
Antes de todo esto, Francisco Garza, director general de General Motors México, adelantó que la automotriz con cuatro plantas y más de 21 mil empleados podría dejar de invertir en el país si no se apuesta por la transición hacia energías renovables. Advirtió también que GM no sería la única empresa en tomar decisiones drásticas hacia delante.
Esto no es todo lo que ha pasado en los últimos días, pero el corto recuento pone en evidencia la incertidumbre que no logramos contener. ¿Qué más puede pasar? Pareciera que la respuesta puede incluir: “todo” o incluso “lo inimaginable”.
Es cierto que covid-19 todavía genera angustia y que con golpes como los vividos en estos días parece tarea titánica planear un cierre de año y sobre todo plantear una estrategia financiera para 2022. También entiendo, querido lector, que si GM dice que quizá no invierta en México y que si no vemos que el dato de inversión privada se acerque al porcentaje necesario, es válido preguntar: ¿qué deberían hacer los pequeños inversionistas —suertudos tan solo por no ser deudores— con su dinero? Porque lo que sí sabemos es que 2022 no será un año para endeudarse.
Necesitamos con fervor un plan de acción, más que nunca, porque la inmovilidad no es una opción cuando se trata de proteger lo que sí tenemos. No hay futuro escrito y crearlo es lo que nos toca, solo así, evitaremos el colapso.
@vivircomoreina