Un león lacandón
Era una tarde sofocante. A plenitud los rayos del sol en la zona arqueológica de Bonampak. A pesar de la buena condición, estaba cansado de tanto bajar y subir los 120 escalones que tiene el templo principal.
Un breve descanso para escuchar las explicaciones de nuestro guía sobre las pinturas rupestres. Impresionantes. Enseguida una caminata por la selva Lacandona de unos 10 minutos.
Antes de llegar a los vehículos que nos transportan a la zona nos encontramos con una pista de aterrizaje y unos puestos de artesanía. Todos los indígenas con sus ropas originales.
En eso un lacandón de pelo largo se me acercó para ofrecerme sus productos. Se me queda viendo y de pronto exclama “¡Que vivan los Leones Negros!”. Sonreí. “Seguro lo dijo por mi jersey”, pensé. “Yo le voy a los Leones Negros de la UdeG”, agregó. Y se lamentó que los bajaran al ascenso.
Estaba bien informado. Le dije que si quería mi camiseta. Se negó. “No, seguro esa camiseta es importante para usted, es la de Raúl de la Cruz”. Gulp. Me ganó y le compré algunos de sus productos.
La UdeG
Dicen que la noche esconde secretos. Esa tarde nublada habíamos llegado a Tegucigalpa para el segundo partido clasificatorio de México vs Honduras para el Mundial de 1994. Mi compañero de batallas periodísticas Paco Ponce andaba desesperado.
Entonces prevalecía el espíritu navideño. Caminando nos encontramos con un local denominado La UdeG. Nos atiende un tipo flaco, bigotón de pelo largo ensortijado, voz ronca. “Un tequila, se nota que son mexicanos”.
La curiosidad me ganó y le pregunté por el nombre del local. “Soy de Guadalajara, egresado de la UdeG. Soy de los apestados por el movimiento estudiantil del 69. Fui militante del Frente Estudiantil Universitario (FER). Tuve que huir, nos delataron”.
“Aquí llegué sólo, temeroso y pues la suerte me sonrió con una buena mujer de dinero, murió pero me dejó esta cantina”. Dijo llamarse Chava Chivo Esquivel. Mencionó a todos los personajes que estuvieron involucrados en aquella época. Le creí. “A medios chiles ” salimos con la promesa de regresar.
Nunca volvimos. Al regreso, pregunté por él a mi jefe, Rodolfo González Reyes, decano de la prepa 5 y dijo no conocerlo. Me quedé con la curiosidad y entonces me comuniqué con una amiga periodista hondureña de San Pedro Sula. Me hizo el favor de buscar la mentada cantina en Tegucigalpa. Me llamó a la redacción y me dijo: “Rulas, creo que Paco y tú tomaron de más. Esa cantina no existe. Ni tampoco la persona. Me dicen de un mexicano que vino hace tiempo, pero murió hace diez años”.
Por Raúl de la Cruz