Cultura

Largas horas pasaba...

Largas horas pasaba, por las tardes, aquellas tardes lejanas de la primera infancia; leyendo. ¡Sí! Ensimismado en los textos que tenía a la mano, en la biblioteca familiar, la misma que trashumaba junto al ajuar que viajaba con nosotros de un sitio para otro de mi amada Guadalajara. Heredé del jefe don Ramón, por supuesto mi padre, un informe autografiado del entonces gobernador de Jalisco Agustín Yáñez. La tesis del recordado licenciado Honorio Graciano bello texto acerca del germen del municipio desde las épocas más pretéritas y la organización de los cabildos o calpullis mexicanos y toda esa organización ante colombina. Un poemario del licenciado Vicente Méndez Rostro director de la preparatoria 1 de la ciudad de México, durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Muy malo pero muy sentido, en donde plasmó el lado más humano de su controvertida personalidad.Por ahí andan todavía a veces en cajas, a veces en libreros bien ordenados. Devoraba uno tras otro los libros, menos los de texto que eran y siguen siendo gratuitos, los mismos que rebozaban la desgastada mochila, que llevarla a la espalda, era como pagar un diario tributo a la tradición mecapalera.

Así gustoso cada inicio de curso, olía el papel y la tinta, veía las ilustraciones con personajes de tez morena y sitios lejanos de la geografía nacional. Me enteraba de los poemas de Juan de Dios Peza, Gabriela Mistral, Amado Nervo y después a la mochila… Desde quien sabe cuándo y de quien sabe cómo, llegó a la biblioteca viajera, Gog del italiano Giovanni Papini, era como un tesoro y así como llegó, desapareció, tal vez durante una mudanza, o quién sabe qué… Los Hijos de Sánchez del antropólogo norteamericano Oscar Lewis tremenda etnografía del gringo, quien nos retrató y por supuesto indignó. Y llegó la respuesta, la Cloaca de Oro, acerca de la vida miserable de los norteamericanos, sumidos en la drogadicción y el alcoholismo y el espejismo del sueño americano. Don Quijote de La Mancha llegó tardíamente a mi vida así, conocí las andanzas del Caballero de la Triste Figura; Alonso Quijada o Quezada. Y de mi madre que era una mujer culta, supe de La Galatea, novela pastoril. “Un brazo perdí en Lepanto” –decía- y me fascinaba con versos de Cervantes. Aunque la verdad es que el brazo nunca lo perdió y si quedó tullido. Aún conservo las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer “Volverán las oscuras golondrinas”. Y más. Ella era amante de la poesía. El Lobo Estepario de Hermann Hesse, indispensable durante el existencialismo preparatoriano junto al Zoo Humano y El Mono Desnudo de Desmond Morris, lecturas elementales para un “intelectual” elemental. Del inmortal michoacano de Cotija de La Paz, José Rubén Romero; Mi Caballo, mi Perro y mi Rifle, Apuntes de un lugareño y por supuesto, La Vida Inútil de Pito Pérez, de género costumbrista. El escuchar las musicalizaciones de Paco Ibáñez, de la literatura aurea española, me hizo conocer y profundizar en la poesía de Gabriel Celaya y del Arcipreste de Hita.

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Ramón Macías Mora
  • Ramón Macías Mora
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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