No hay encuentro con el pasado sin un toque de magia, sin aires fantasmales. Leo que en su vejez, Stravinsky escribió esto: “me pregunto si el recuerdo es veraz, y sé que no puede serlo, sino que vivimos conforme al recuerdo y no a la verdad”.
Una trampa del tiempo me acercó a una pequeña oficina de Mudanzas Chapultepec y me despeñó en un barranco del pasado. Sé de mudanzas. Si mis cuentas no fallan, acompañé a mi familia en 22 cambios de domicilio. Éramos maestros del desalojo y un poco ilusionistas: nos ven, ya no nos ven. Yo sabía de qué iba la cosa cuando llegaba mi madre cargada con cajas de cartón de fab Roma. Nos vamos: a empacar. Como comprenderán, no había baúles, ni maletas, ni velices; nada, sólo cajas de fab que un día trasladaron el polvo limpiador, ésas son las que recuerdo, y apúrense porque salimos a las diez de la noche.
Si faltaban cartón y tiempo, de plano una pila de ganchos; fantasmas, pensaba yo. Luego los enseres de cocina, todo lo de cristal envuelto en papel periódico, ése sí sobraba en la casa, y el trabajo me tocaba a mí: todo lo de cristal.
Los reyes de la mudanza. No nos fallaba nada. Cuando todo estaba empacado, ganábamos tiempo y reuníamos las cajas cerca de la salida de emergencia. Conseguir el camión de la mudanza, un arte que mi madre dominó toda su vida y mis hermanas heredaron. Mudanzas Padilla y Chapultepec, una utopía. Son carísimos, unos rateros, gritaba mi padre. Afuera de los mercados siempre hay transportes de carga y choferes con los cuales es posible establecer una negociación razonable.
No quisiera ser mal entendido, no siempre desaparecíamos sin pagar la renta. Había algo genuino, un aire de gitanos, de nómadas, tribus en busca de un porvenir y de un sueño realizado. Mi padre no sabía estarse quieto. En otras ocasiones, cierto, se acumulaba una deuda de tres meses de renta vencida. Cuando se llegaba a un callejón sin salida, a un atorón en el cobro de las mensualidades, el casero prefería aceptar unos pagarés a cambio de que la familia abandonara sin avisar el departamento.
De las 22 veces que nos mudamos de casa o departamento, la mayor parte de las mudanzas ocurrieron en la colonia Condesa y no sabría decir en qué condiciones, la infantería no pregunta, cumple con su deber. De algunos cambios, sólo recuerdo un trajín del carajo y unas escaleras por las que estibadores expertos cargaban nuestros muebles. Esta ráfaga de recuerdos, decía, me vino cuando me acerqué a la pequeña oficina de Mudanzas Chapultepec. También recordé una frase que escribió Fernando Pessoa cuando quiso explicar algo importante de su vida: todo empezó con la mudanza.
Rafael Pérez Gay
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