Las fechas traen de nuevo las letras de la guerra mexicana. Se ha llamado novela de la Revolución al entramado narrativo de un conjunto novelístico cuyos ejes temáticos descansan en el proceso social y político del México que atraviesa el umbral del siglo XX. Esta trama empieza con la caída de Porfirio Díaz, el estallido de la Revolución mexicana, y avanza hasta su consolidación institucional. Esta literatura no fue, sin embargo, elogio de la vida revolucionaria. Por el contrario, la novela de la Revolución es el testimonio desencantado, amargo y triste de la destrucción y de la guerra. Las novelas que se han agrupado bajo este nombre oscilan entre la memoria y el testimonio, la autobiografía y el diario de campaña de los testigos que narran su participación en la guerra revolucionaria, su paso entre la devastación y la muerte.
La crítica ha fijado una línea del tiempo en la cual la novela de la Revolución se inicia con la obra de Mariano Azuela Andrés Pérez, maderista, publicada en 1911, y se desvanece en obras modernas como Pedro Páramo de Juan Rulfo (1955) y La muerte de Artemio Cruz (1962) de Carlos Fuentes.
En la vasta obra de Mariano Azuela (1873-1952), 23 novelas, el periodo revolucionario lo ocupan: Andrés Pérez, maderista (1911), Los de abajo (1916), Los caciques (1917), Las tribulaciones de una familia decente (1918), Las moscas (1918) y Domitilo quiere ser diputado (1918). Años más tarde, Azuela dedicó sus dones narrativos a lo que José Luis Martínez llamó intentos vanguardistas: La malhora (1923), El desquite (1925) y La luciérnaga (1932). La consolidación de las instituciones o la nueva sociedad: El camarada Pantoja (1937), Nueva burguesía (1941) y las novelas póstumas Sendas perdidas (1949) y Esa sangre (1956).
Pero hay un escritor de ese periodo: Martín Luis Guzmán, hemos leído su obra como un testimonio, como un registro en clave de varios momentos álgidos del México revolucionario. En sus novelas el público buscó, por un lado, revelaciones de la trama secreta de la vida del país y, por el otro, el escándalo de la sangre y la barbarie armada que ningún periódico de la época alcanzaba a referir. Con el paso del tiempo hemos aprendido a leer en Martín Luis Guzmán una obra novelística mayor de la literatura mexicana, una obra anterior y superior literariamente a su posible valor histórico.
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