Millones de niños han regresado a la escuela. Los veo y me acuerdo: soy bueno cargando maletas. Esa habilidad se la debo a la maestra Eustolia. El persuasivo método educativo de Eustolia se basaba en la gravedad y la pesadumbre. El sistema era infalible. En el salón de quinto de primaria de la escuela José Mariano Fernández de Lara, las mochilas eran las literales piedras de toque del aprendizaje; al que no sabía repetir la lección, le daban dos pesadas mochilas y le mandaban cargarlas de pie, en la esquina del salón de clases, durante el resto del día. Eustolia no era sádica; no ordenaba cargar el peso sobre los hombros, o con los brazos en alto, eso habría sido un castigo excesivo, sólo levantarlas, como si esperáramos en el andén un tren con cuatro horas de retraso. A la esquina con dos mochilas.
De pie, con el equipaje de la vergüenza, repasaba mis pasiones: El Gato Félix, Lorenzo y Pepita, La Cuerda Floja, el equipo Necaxa (una delantera de veneno puro: El Morocho Dante Juárez, El Yuca Peniche, El Chatito Ortiz y Javan Marinho), el detective Mannix, la crema Wildrot para el pelo rebelde (no recuerdo cómo se escribía), El Investigador Submarino y los Inmortales del Cine Nacional que patrocinaba la marca Herdez. “Qué dijeron ricos fufurufos, ya nos quedamos con la Chachita”, decía uno de los incondicionales de Pepe El Toro.
Bien visto, mi única ortografía se asentaba en la saga de Ismael Rodríguez cuyos papeles estelares compartieron Pedro Infante y Blanca Estela Pavón. Los que fuimos a escuela pública y cantamos los lunes himnos a Juárez (apóstol, insigne paladín, los patrios pendones se inclinan ante ti, porque fuiste baluarte, etcétera), sabemos que el método de Eustolia debe ser valorado con más detenimiento y generosidad. Puedo afirmar sin lugar a dudas que todo el salón se aprendió las reglas de ortografía, las capitales de los estados de la República, los sistemas digestivo y circulatorio y muchos conocimientos más con tal de eludir el andén donde esperábamos al tren fantasma.
Pasé buena parte del quinto año de primaria en el rincón de la ignominia. Mi memoria funcionaba, pero mi vista era un desastre. Copiaba mal los guarismos y en consecuencia los resultados de las operaciones estaban siempre equivocados. Eustolia era una pedagoga consumada.
@RPerezGay