Política

Casas embrujadas

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En la esquina de Insurgentes y Avenida Jalisco, hoy Álvaro Obregón, en la colonia Roma, hay una casa de estilo francés que quedó deshabitada desde que sus dueños huyeron de las devastaciones y amenazas de la guerra civil revolucionaria.

Su historia es la siguiente: en 1916, ante la epidemia de tifo que asoló la capital por la falta de higiene, se improvisaron varios refugios y hospitales en las casonas abandonadas. Médicos y enfermeros recibieron a los tifosos y los trataron con los remedios de la época. La tragedia se apoderó de aquella casa cuando los vecinos, ignorantes e impulsados por la Iglesia, que consideraba obra del diablo los padecimientos de los enfermos, tramaron un golpe salvaje sobre la casa-hospital. Una noche terrible cerraron desde fuera las puertas y le prendieron fuego. Murieron todos, médicos y enfermos, nunca se juzgó a los culpables. La casa, extrañamente, no sufrió mayores daños.

Años después, en los años veinte, la familia Mondragón compró la casa. Apenas acababan de instalarse cuando dejaron de responder a quienes daban aldabonazos a la puerta. Cuando entró la policía encontró a la madre, el padre y dos hijos pequeños muertos en sus camas sin señal alguna de violencia.

Hoy, la llamada Casa Negra de la Roma o Casa Mondragón es propiedad del gobierno y está rodeada de tendajones y puestos callejeros. Se dice que han intentado ocuparla algunos vagabundos, pero no duran demasiado tiempo, salen despavoridos en unas cuantas noches.

Todos cargamos con una casa embrujada. La mía estaba en Tamaulipas y Vicente Suárez, una casa estilo deco-californiano. Abandonada durante años, la leyenda urbana nos perturbaba cuando éramos niños.

En la vieja carretera de Cuernavaca dos amigos regresaban a la Ciudad en un coche Impala. Dos mujeres les hicieron la parada. Las subieron al automóvil y ellas los invitaron a su casa de la colonia Condesa. Una inolvidable noche de copas. Los dos hombres salieron al amanecer con los bolsillos llenos de buena suerte y deseos cumplidos.

Cuando volvieron a la casa para repetir la dosis clandestina de placer, encontraron una casa abandonada. Un vecino les contó que dos mujeres que habitaron esa casa habían muerto tiempo atrás en un trágico accidente en la carretera a Cuernavaca.

Los años sesenta subían el telón y un grupo de niños y adolescentes de los que yo formaba parte diseñamos un plan para entrar a la casa en ruinas. Pero ese es otro cuento, otro embrujo infantil.


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Rafael Pérez Gay
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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