Despedir a un entrenador prometedor como Santiago Solari, con un plantel variado y rico en talento, como el que sin lugar a duda tiene el América, sería un acto apresurado. Sobre todo cuando apenas se han jugado cinco partidos de un torneo que, lo sabemos, otorga muchísimas oportunidades de clasificar a la Liguilla donde se disputa el título.
Es cierto que a los millones de aficionados americanistas les debe causar incomodidad y vergüenza que de estos cinco partidos solo se haya ganado uno y se registren ya tres derrotas. Pero creo que lo mejor es aguantar, darse un tiempo realmente prudente y necesario.
El América registró varios movimientos para este nuevo campeonato. Es verdad que esos jugadores de recién ingreso tienen que adaptarse. Los aficionados americanistas tendrán que confiar en que el equipo vaya creciendo poco a poco y llegue a la fase final del torneo convertido en un equipo muy fuerte.
El torneo pasado, con Solari ya al frente, el equipo literalmente arrasó. Fue el líder del certamen de principio a fin. Entró a la Liguilla como el máximo favorito y lo echaron a las primeras de cambio. Ahora, con este arranque tan imperfecto como el que estamos presenciando, la ruta forzosamente será de otro modo.
Solari está formado en una gran escuela como entrenador, la del Real Madrid. Eso de que no sabe manejar un vestuario, en términos de armonía y trato, lo cuestiono, porque hasta ahora no he visto un solo hecho que ilustre esto. E insisto, línea por línea, veo un equipo muy fuerte, con mucha calidad.
Pero es bien sabido que en el futbol mexicano, incluso en los equipos considerados grandes, no es bien procesada la prudencia. Y esta última derrota de las Águilas ante el Mazatlán, combinada con otra derrota el fin de semana, de locales, ante el Pachuca, puede poner todo patas arriba.
Rafael Ocampo