La tarde del domingo pasado en Madrid, en el Estadio Wanda Metropolitano, un partido de la Liga femenil de España, rompió el récord de asistencia mundial a un juego de futbol de mujeres a nivel de clubes: 60,739 espectadores.
El récord anterior estaba cifrado en 53 mil aficionados, en un partido entre los equipos Dick Kerr y el St. Helen, jugado en Goodison Park, en Liverpool, Inglaterra. El nuevo estadio de los Rayados del Monterrey tiene ahora el tercer mejor registro, en un clásico femenil entre las locales y los Tigres, con 51 mil 211 espectadores.
No tengo duda alguna de que muy pronto, la propia Liga femenil mexicana se imponga el reto de llenar el Estadio Azteca, en un duelo de las americanistas, y situar así unos 20 mil o 30 mil aficionados más la marca impuesta en la nueva joya del futbol español, casa del Atlético de Madrid. Lo importante es que el futbol femenil ha alcanzado un sitio en el mundo que hasta hace menos de diez años parecía imposible.
Las gradas del Wanda Metropolitano en Madrid registraron personas de casi todas las edades y se veía tanto mujeres como hombres. El hecho fue destacado en las portadas de los principales diarios de Madrid.
Entiendo que el precio de las entradas tanto en España, como en Inglaterra, como en México, no alcanzan el mismo valor que el que se da a los partidos de futbol varonil. Pero aun si se regalaran las mismas, es un verdadero hito que el aficionado vaya a un estadio si no sintiera que lo que va a ver durante dos horas vale la pena.
Por este cuadro me parece increíble que en México se diga que la Liga femenil está en riesgo de seguir por la falta de patrocinadores. La realidad es que está resultando un espectáculo muy atractivo. Se ven jugadas extraordinarias y sobre todo limpieza y nobleza.
Imagino en los próximos años muy buenos torneos internacionales entre los mejores clubes de futbol femenil. Ahí deben estar tres, cuatro o hasta cinco equipos mexicanos.
