Puedo entender que el presidente de las Chivas, Amaury Vergara, se sienta muy relegado en la disputa por armar planteles con jugadores atractivos. Pero eso no debe llevarlo a realizar promesas que no son otra cosa que castillos en el aire.
Al equipo más popular del futbol mexicano le comen el mandado, todas las temporadas, instituciones como los Tigres, los Rayados del Monterrey y, el más odiado de sus rivales: el América.
Los tres equipos enlistados sí tienen la capacidad de repatriar a jugadores que todavía cuentan con mercado y generan altas expectativas. Las Chivas no. Trajeron esta campaña, del futbol portugués, al defensor central Antonio Briseño, pero ni el más rojiblanco de los rojiblancos podría considerar que esto haya sido una gesta.
Así que habría que saber de dónde saca el joven Amaury que ha iniciado pláticas con Javier Chicharito Hernández para que acepte regresar, dejando la Premier League de Inglaterra, al equipo que lo proyectó en México.
Si lo dijo solo para desmarcarse de la presión de quienes le echan en cara que el América repatrió a Guillermo Ochoa, que los Tigres a Carlos Salcedo y Diego Reyes, que los Rayados, a Miguel Layún… Uno, como analista, quizá pueda entenderlo.
Pero los que no van a soportarlo, cuando vean que no hay nada firme, son los seguidores de este equipo, de por sí ya muy golpeados por los malos resultados casi cotidianos torneo tras torneo.
No hemos visto en el Chicharito, un cada vez protagonista mayor de las redes sociales, un solo gesto en los últimos meses que indique que quiera regresar al futbol mexicano y que una vez que diera ese paso, que quiera vestir nuevamente la camiseta de las Chivas.
En algún momento de esos últimos meses si el Chicharito ha dejado abierta la posibilidad de dejar Europa es para ir a la MLS de los Estados Unidos, donde seguramente le podrán pagar mucho más de lo que puede pagarle el heredero del imperio Omnilife.
