Es muy complicado que no se registren hechos de violencia en las tribunas de un estadio de futbol de la Liga Mx. Consideradas por la generalidad como espacios legítimos de desahogo y catarsis, en ellas se permiten, toleran y hasta festejan muchos comportamientos que en otros sitios son materia de sanción.
Los insultos a gritos con tintes racistas y discriminatorios, por ejemplo, causan habitualmente hilaridad en cadena. La ingesta de alcohol sin prácticamente ninguna restricción (las que hay son tan absurdas que son burladas con facilidad), propicia un ambiente agresivo que rebasa las descalificaciones verbales y termina en conatos de bronca y muy a menudo en francas zacapelas precedidas de amenazas.
La violencia viene de todos lados. Muchas ocasiones desde los palcos privados o zonas VIP hacia la tribuna general o popular. Cuántas veces más de las tribunas superiores hacia los aficionados que de cara al campo de juego reciben la caída de objetos y líquidos sin tener la capacidad de esquivarlos.
Y dentro de estos inmuebles y en las explanadas de acceso y salida se da violencia además por la frustración de los aficionados que no saben perder.
Si bien nunca se debe abdicar de la responsabilidad de que esta violencia no se normalice, uno puede dar por sentado que por esas condiciones que describo y algunas otras más, esta se seguirá dando.
Por esto es muy pero muy importante que se sancione a los generadores y protagonistas de la violencia. Aquí sí se debe ser implacables y terminar con la impunidad aplicando una tasa de castigo siempre al agresor. Quien, por la razón que sea, protagonice hechos violentos debe ser sancionado de acuerdo a lo que marque la ley y la reglamentación de la propia Liga Mx.
Destaco la acción del Instituto Politécnico Nacional que identificó y denunció públicamente a uno de los agresores en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria la noche del pasado sábado.
