“¿Oyes el diapasón del corazón?”, se pregunta el poeta zacatecano Ramón López Velarde (1888-1921) al escuchar su propio latido “pagano y nazareno”, pues en él está el “estrépito de los que fueron y de los que son”, convencido como estaba de que en cada ser humano se cifra la historia de la humanidad, y con ello la revelación de lo que vendrá, porque ¿qué tan distintos seremos de la línea de continuidad que forma el pasado con el presente? Si los arquetipos tienen vigencia es precisamente porque la evolución de la especie humana mantiene rasgos intocados desde hace miles de años, pautas de comportamiento repetibles en el futuro.
El factor que podría acelerar el cambio para llevarnos por caminos insospechados es, precisamente, la cultura. La evolución del lenguaje, las costumbres, las artes, la cocina, forman esa constelación de nuevas vivencias, ya sea para crearlas o para registrarlas en los anales de la historia, como pautas de nuevos comportamientos. Sin embargo, en tanto eso ocurre, seguimos escuchando cómo el alma del poeta “suena a son moderno”, eco de la música que hoy se escucha en todo el mundo, la música de todos, el gran coro del mundo.
Estas referencias al poeta López Velarde vienen a cuento porque en 2025 se cumplirán 104 años de la publicación de “La suave Patria”, emblemático poema del zacatecano publicado post mortem en la revista El Maestro, con la autorización del poeta, quien había alcanzado a revisar las pruebas de imprenta. La efeméride es relevante porque el retrato que hace el poeta zacatecano del México de inicios del siglo XX es, por desfortuna, muy semejante al de hoy, a juzgar el pesar con que se describe el país envuelto en una creciente violencia, revelado por los muros callados “en la mutilación de la metralla”, un país al que el Diablo escrituró “los veneros de petróleo”, donde a pesar de ese “tu mutilado territorio”, éste “se viste de percal y de abalorio”, porque la fiesta no falta, a pesar de las estrecheces económicas.
El poeta zacatecano abogó siempre por una poesía de valores fraternales: su obra lo demuestra, pues a pesar de lo proceloso de su hora, a la manera del Canal de la Mancha, mantiene ese olor a estreno, y un optimismo que, “con tu mirada de mestiza, pone la inmensidad sobre los corazones”. Una patria grande, cierto, que hoy se somete a la dura prueba de dejarse gobernar por los poderes fácticos que van escalando sus fronteras interiores. Bueno sería volver a las páginas de López Velarde para entender todo esto que nos pasa en el país, bajo una óptica que no sea la de la derrota y el cansancio. El país saldrá adelante.