“Ya comenzaron los aires de marzo”, comenta espontáneamente mi amiga. Es una mezcla de aire frío y calor ambiental, bajo un cielo límpido con nubes como bocanadas de humo blanco, que solo en Toluca, Estado de México, se dan. Aires de un año que está entrando ya en su adolescencia.
En la ciudad el calor nos agobia. Las temperaturas al amanecer están por encima de los cinco grados, asunto no menos revelador de cómo estará el día: por encima de los 26 grados al sol, que para los habitantes de la capital de la entidad más poblada del país es mucho, sobre todo si conduces un automóvil por varias horas bajo el quemante sol de invierno.
Aquí, lo sabemos los tolucanos y tolucanas, esa primavera no durará mucho: en cualquier momento lluvia o frío del volcán Xinantécatl nos devolverá a las gorras y guantes de diciembre… pero en abril o mayo; vendrán luego las lluvias “atípicas” de rigor y nos lamentaremos una vez más de no haber aprovechado debidamente aquel calor de principios de marzo.
Claro, tampoco podemos bañarnos en la fuente de la plaza pública, no solo porque ya está prohibido por el Bando municipal, sino porque ya no hay agua suficiente. Por doquier en las colonias hay pipas con sus mangueras de colores.… y un triste malestar social por la falta de líquido en los lugares públicos. Por ejemplo, bajo la sombra de los árboles del Parque Metropolitano Bicentenario, desde donde escribo estas líneas, observo el fondo seco del lago artificial que ya no existe, porque no hay agua que lo nutra, como tampoco hay agua para regar el resto del parque: el futuro nos alcanzó ya, como lo demuestra el parque público. Y sabemos que mucho tenemos que ver en ello.
Esos son los aires de marzo en Toluca: una mezcla de clima ambiental y humano que distingue a esta ciudad de otras que, seguramente, también tienen sus aires propios, pero que no terminarán en marzo: continuarán hasta que nos demos cuenta que podemos modificar nuestros hábitos para hacer más llevadero este presente que nos ha tocado vivir. Al tiempo.