Política

Reconocimiento de la persona

Después de verse incumplidas las expectativas presuntamente científicas que parecieron deslumbrar por un tiempo a la humanidad, puesto que los horrores de la guerra mostraban como nunca que los avances en ciencia y en técnica no podían portar la paz necesariamente consigo, las naciones se vieron obligadas a dar un paso atrás en las filosofías que no les habían permitido afrontar ni entender la historia. El reconocimiento de los derechos humanos de parte de las Naciones Unidas podemos verlo como el intento por escapar a aquellos horrores y encontrar un punto de referencia que permitiera construir la convivencia.
En los hechos, el caminar de la humanidad no es lineal ni parejo, ni va siempre en el mismo sentido. Aunque acumulamos conocimientos, no se sigue que por ello acumulemos sabiduría, de modo que los riesgos en cada tiempo se re-proponen una y otra vez. Las tentaciones relativas al tener, al poder y al placer ejercen su fascinación opacando sobre todo el reconocimiento de los demás como prójimo, como seres semejantes a quienes se impone, en conciencia, respetar.
Las diferencias entre los seres humanos, como es evidente, son muchas, pero reconocer la igualdad en la dignidad en todos es lo que nos puede permitir la construcción de mejores condiciones para el desarrollo de todos. Un grave problema actual es que tal reconocimiento está siendo bloqueado o impedido porque a la dignidad de las personas se anteponen el dinero, los intereses políticos, o las comodidades.
Los grandes crímenes se gestan en el rechazo al reconocimiento de la dignidad de las personas y entonces se consideran no humanos o sub-humanos a quienes son de otra raza, de otro país, de otra cultura, o si son ancianos, o si no han nacido, o si obstaculizan mis ambiciones…
El primer y más elemental respeto lo debemos a la vida humana, pues es condición “sine qua non”, para que una sociedad se sostenga. Fuera de los casos extremos, individuales o colectivos, de la defensa proporcionada de la propia vida, a nadie le es permitido acabar con la vida de otra persona, y esto abarca desde los inicios de esa vida en la concepción, hasta su término natural.
Reconocer la dignidad de nuestros semejantes no es exclusivo de los cristianos, sino una exigencia natural, al alcance de la razón humana. La fe, consideramos los creyentes, nos permite ver todavía más allá, en cuanto que nos enseña que Jesucristo ofreció su vida por todos y cada uno de nosotros.

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Pedro Miguel Funes Díaz
  • Pedro Miguel Funes Díaz
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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