Política

Guerra y paz

Vivimos en el mundo muchos conflictos bélicos, siendo los más mencionados las guerras en Ucrania y en Gaza, ante lo cual se revive en muchos el deseo de que los conflictos finalicen y que vivamos todos en paz. Este deseo, sin embargo, no puede oscurecer la comprensión de las dificultades reales que se presentan como para pensar que estos conflictos se pudieran resolver de una forma simple.

Como es de esperarse, cada protagonista de la guerra presenta su versión, donde el que la presenta es el bueno y el enemigo es malo, de modo que cada uno se considera en la posición justa. Es cierto que puede hablarse de guerra justa dado que los responsables de un Estado agredido tienen no solamente el derecho, sino incluso el deber de organizar la defensa, lo cual puede incluir el uso de las armas.

Las condiciones para la licitud de este recurso son que el daño causado sea grave, duradero y cierto, además de que otros medios hayan resultado ineficaces y de que el éxito sea realmente posible. Lógicamente este recurso no debe provocar males mayores que los que se pretende eliminar.

Algunos, apoyándose en la distinción entre la política y la ética o la moral, sostienen que en las cuestiones internacionales donde surgen conflictos no entra la cuestión ética o moral, sino sólo las evaluaciones geopolíticas. Que esto no es así los mismos actores de los conflictos lo demuestran, porque necesitan siempre ante diferentes instancias (como la de sus mismos pueblos) justificar moralmente sus acciones. A su vez, está claro que el análisis geopolítico y militar son también necesarios, pues no serían éticas o morales las decisiones que no los tuvieran en cuenta.

Aunque algunos distinguen ética y moral, personalmente suelo tomarlas en su sentido general, que se refiere al bien o al mal de fondo que se puede dar en los actos propiamente humanos. Estos actos implican una responsabilidad propia de quien sabe lo que hace (o evita hacer) y voluntariamente lo decide. Las gravísimas decisiones sobre la guerra, por lo mismo, son moralmente muy serias.

La paz deseada no es una empresa fácil, como si solo por abrazar el ideal de paz bastara para que acabaran las guerras. Supone un largo y difícil camino, no exento de fracasos. Este trabajo se requiere a nivel de las instituciones internacionales y de los gobernantes de los estados, sobre todo de los que viven algún conflicto y de aquellos calificados como potencias; pero requiere también un crecimiento de la conciencia en las sociedades para encontrar auténticas vías de paz.

Para los cristianos siempre está como primer recurso el de la oración, porque saben que la paz es en el fondo, un don que hay que pedir.


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Pedro Miguel Funes Díaz
  • Pedro Miguel Funes Díaz
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