La necesidad socioeconómica de establecer reglas por encima de la discreción llevó a la creación de muchas de nuestras instituciones gubernamentales, algunas de las cuales están siendo revisadas por el actual gobierno y han generado, notablemente, el análisis de la necesidad de algunos fideicomisos e instituciones autónomas.
En la crítica a estas medidas subyace la creencia de que las instituciones autónomas son esfinges monolíticas, intocables, dada su misión para la que fueron creadas, y debe sustituirse por un principio de flexibilidad bajo tres premisas: la efectividad en su desempeño para lo que fueron creadas, su actualidad a la luz del desarrollo dinámico de las necesidades de la sociedad y la eficiencia del servicio público.
En cuanto a la efectividad, no se lograron entidades autónomas en varios de los casos, donde la tentación de captura de dichas instituciones por rentistas privados hizo que el niño naciera muerto, capturado, sin alas.
En cuanto a la actualidad, varias de estas instituciones fueron creadas durante el periodo neoliberal caracterizado por “menos gobierno, más gobernanza”, aislando la función pública del poder político en instituciones profesionales y “autónomas”; mientras que este gobierno, nacido de ese cuestionamiento al neoliberalismo, requiere de inclinar la balanza más hacia el control político para poder atender su mandato, y donde el arreglo de autonomía creado en el pasado no solo no funcionó para lo que en papel fue creado, sino que puede hasta significar un obstáculo para servir al nuevo concepto de interés público.
En cuanto a la eficiencia, es conocido que la partición entre lo gubernamental, que debe ser manejado autónomamente, y aquel estratégico-político genera ineficiencias en la provisión del servicio público y costosas duplicidades que además impiden la sana rendición de cuentas.
La dinámica de búsqueda de balance entre el poder político y la autonomía institucional prevalece en todas las sociedades democráticas, principalmente en épocas donde un modelo genera una crisis de gobernanza y genera gobiernos mandatados a cambiar dicho modelo, por ejemplo, Nueva Zelanda, India y los países escandinavos.
@PatyArmendariz