La desbordada violencia ligada a la inseguridad pública, con altos índices delictivos en el estado, de pronto da la impresión que en lugar de tener la sociedad poblana una policía preventiva, pareciera más bien que contamos con una policía funeraria, porque solo acude a recoger muertos.
Las policías uniformados, municipales y estatales, si bien tienen una desventaja en cuanto a la ventaja de la comisión de delitos, porque pareciera que nunca son suficientes para evitar los delitos, tampoco es muy notoria la estrategia preventiva.
Los delitos del fuero común son más cotidianos, ya lo vemos tan normal, que solo espera cada quien, en su respectivo ámbito de vida, no ser víctima.
Asaltos en el transporte público, el robo de vehículos y de autopartes, atraco a los cuentahabientes, a los transeúntes en calles y avenidas, robo en restaurantes y en viviendas, son ya lo cotidiano, todos los delitos cometidos con armas de fuego.
Pero también ocurren los delitos de alto impacto, homicidios dolosos ligados a la delincuencia; a la extorsión le sigue ahora el homicidio, y los casos ocurren en las principales ciudades del estado, de manera alarmante.
Los encargados de implementar políticas de combate a la delincuencia le siguen pegando al avispero, como ha ocurrido con el combate del huachicol porque no es suficiente cerrar los ductos de Pemex para evitar el robo de combustible, se tomó la medida sin un plan integral.
De acuerdo con especialistas y el sector privado, los grupos ligados al robo y tráfico de combustible, al cerrarse los ductos de Pemex, han diversificado la comisión de otros delitos, como el robo, la extorsión, el secuestro y se han especializado en el robo a los ductos de gas LP.
La sociedad poblana sigue esperando acciones y resultados inmediatos de los respectivos gobiernos, no se debe permitir como algo común la comisión de diversos delitos, ni tampoco debemos esperar como la solución, la implementación de la Guardia Nacional.
