El primer repaso rápido al iniciar al año nuevo, posterior al periodo vacacional de confinamiento y aislamiento social decembrino, es saber cuántos familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos o figuras públicas enfermaron y/o fallecieron de covid-19.
El cierre del año 2020 no fue diferente en cuanto a contagios del virus al escalar altos niveles por la velocidad de la propagación del virus que a mediados de año ya le había arrebatado la vida a varios conocidos de nuestro entorno profesional, familiar o de amistad.
Más de uno se refería al termino del año 2020 como si con su fenecimiento acabaría la pandemia, y pese a coindicir el inició del año nuevo con la aplicación gradual de la vacuna anticovid, empezó el 2021 y las cifras de casos positivos y decesos, no sólo continúan, sino que se dispararon.
El personal médico en el país sigue librando la batalla contra la enfermedad y la demanda de camas en hospitales reconvertidos están al borde del colapso, y otros más con el 70% de ocupación.
Por supuesto que nos es un buen arranque de año para nadie, por mucho optimismo que quieran mostrar, principalmente los gobernantes, porque las cifras son demoledoras y las políticas públicas, paralizantes.
En números globales el número de contagios en el mundo supera los 85 millones, de éstos, 20 millones corresponde al vecino país del norte y México está a punto de superar el millón y medio. El reporte de ayer de la Ssa federal es un acumulado de 127 mil 757 muertes y un millón 455 mil 219 casos positivos; en las últimas 24 horas, se añadieron 544 fallecimientos y 6 mil 464 nuevos contagios de coronavirus, con una tasa de mortalidad de 8.7 por ciento.
Cuando los datos por la pandemia son tan contundentes y las políticas públicas tan erráticas, solo se puede concluir que las autoridades sanitarias no estuvieron a la altura para atender la crisis de salud, en todos los aspectos.
Si hay funcionarios públicos de estados como Coahuila y Edomex que hicieron trampa para ser vacunados ellos y sus familias, cuando le correspondía a los médicos, puede pensarse también en alcaldes protectores del comercio informal como propagadores del virus.
En ambos casos, es un ejemplo de la ineptitud e intereses primitivos.