Lejos están los años en que decíamos que era la mejor policía de México. La policía de León era un ejemplo, era ordenada, disciplinada, trabajadora y eficiente. Los agentes eran honestos y responsables, cumplían con su labor y tenían un interés genuino por cuidar a la ciudad.
Aquí nos daba orgullo nuestra policía.
En estos tiempos, se han perdido valores en la corporación. Los buenos elementos se hicieron viejos y pasivos, y dejaron de trabajar por el bien de León, y los nuevos muchachos llegaron a manchar la corporación.
Hoy más que nunca hay casos de policías delincuentes, ladrones, tramposos y protectores de narcotraficantes. Varios de ellos han protegido a traficantes y han metido a la policía en un estado de descomposición. Eso provoca que algunos muchachos piensen en ganar dinero por proteger a los malvados y no por capturarlos.
La policía de León está en crisis.
Los diversos casos de prepotencia y abuso de poder, incrementan los problemas. La semana pasada, cuatro agentes fueron capturados por matar a un detenido. Otro elemento es investigado por detonar un cohete en la cabeza de un ciudadano y quitarle la vida. Otros dos agentes son acusados de violar a dos jovencitas.
La policía comenzó a descomponerse hace 10 años. Desde aquellos videos de policías torturadores del 2008 ya daba muestras de descomposición. Pero sus peores momentos los vivió con las dos últimas administraciones. Ricardo Sheffield tuvo tres secretarios y Bárbara Botello otros tres. Traemos un promedio de un jefe por año.
Así no se puede.
Y ya son tantos cambios de secretarios y directores que no les damos tiempo de trabajar de fondo. Hay mucha presión sobre el jefe de policía en turno. Y nada más es cuestión de que agarre una mala racha –casi como entrenador de futbol-, para quitarlo del puesto.
Vamos a ver qué hace con la policía el presidente Héctor López Santillana. No sería correcto que sólo le diera aspirinas para quitar el dolor de cabeza.