Rebuscando algunos artículos relacionados con el futuro que se avecina, me topé con uno de José Manuel Velasco, quien escribió con motivo del cambio de década: “El mundo está inquieto. ¿Quién lo desinquietará?”. Tanto el título como las tendencias descritas en el texto me parecieron sugerentes, ya que, además de salirse de la ñoñería de los buenos deseos que se expresan siempre que estrenamos un año nuevo o del cliché de la revolución digital, el blockchain y la revolución ecológica, hablan de movimientos sociales “que no claman por un futuro distinto, sino simplemente por tener un futuro”.
Sobre la naturaleza de los movimientos sociales no hay denominadores comunes, porque “el mundo se ha vuelto menos cierto”, líquido, diría Zygmunt Bauman, sin asideros firmes que permitan tener a mano las certidumbres requeridas para el diseño de un escenario futuro deseable.
De esta última dificultad surge la segunda tendencia: la propagación de un sentimiento vivido por primera vez en varias generaciones en la mayoría de los países desarrollados:“el futuro será peor”.
La tercera tendencia de la década, concatenada a la anterior, plantea que “la globalización ha traído más miedos que esperanzas. […] El mundo se ha troceado, hay más países y algunas decenas de regiones que aspiran a serlo. Y pronto las grandes ciudades querrán tener estructuras de Estado, porque en muchos casos ya son más Estado que muchos Estados, por el volumen de recursos y de necesidades que gestionan. Quedan aún muchas fronteras y no son pocos los que se empeñan en construir nuevos muros”. New York y Barcelona son ejemplos claros de ello. La primera tiene muchos más recursos económicos y dinamismo social que algunos países centroamericanos o africanos. Por su parte, Barcelona, en su empeño por independizarse de España, trata de tumbar un muro que le permita levantar otros.
La cuarta y última tendencia de la década se refiere a una vía clave para el futuro de nuestra convivencia: “nos estamos comunicando más, pero no mejor. El ruido predomina sobre la tesis, el titular sobre el documento, la primera impresión sobre el análisis y la imagen sobre la conversación”.
Llámeme pesimista o amargoso, pero las tendencias aludidas no me hacen sino creer, como dijera Zygmunt Bauman, que “la única certeza de nuestro tiempo es la incertidumbre”.