Esta semana tuve oportunidad de escuchar la presentación que mi amiga Juny Montoya y mis amigos Didier Santiago y Wilson Herrera hicieron de su último libro La ética está en todas partes, en la FIL de Bogotá.
De las muchas cosas que llamaron mi atención, el acierto que se llevó las palmas fue el título del libro. No pudieron escoger uno mejor. Después de entender qué es y para qué sirve la ética, si lo pensamos con calma queda claro que la ética está tan presente en nuestras vidas que es posible acusarla de acoso. Me explico.
Quitando los chismes y el morbo que circula en ellas, ¿qué hace arder las redes? Por lo regular, las denuncias morales. Cuando el político dice, cuando el fulano hace, cuando la zutana deja de hacer, los comentarios orbitan alrededor del “es indignante”, “es una injusticia”, “es un sinvergüenza” y demás alusiones de carácter ético.
Lo mismo pasa en la vida laboral. Cuando un jefe decide en un sentido u otro, se cierra o fusiona un área o un colega por las malas busca escalar en el organigrama, las expresiones que escucharemos en radio pasillo serán “No es justo”, “Esa es una política sexista”, “No es lo correcto” y demás expresiones claramente morales.
Llevado al plano familiar, las cosas van más o menos en la misma línea. Piense en la discusión que se da cuando abuelo no aclaró si quería ser cremado o sepultado, o cuando después de 20 años de militar en un bando el tío favorito de todos decide salir del clóset o cuando la prima de 19 años decide irse a vivir con el novio, las expresiones van desde un “Es deshonroso”, “Descarado” hasta “Es su voluntad y debemos respetarla”.
En la vida privada y la pública abundan los momentos donde los deberes morales autoimpuestos chocan contra un sinnúmero de exigencias con las que “funciona” la vida cotidiana. Sabemos que debemos pagar impuestos, pero buscamos eludirlos, sabemos que debemos conducir sobrios, pero preferimos burlar los retenes, la antialcohólica; sabemos que la equidad laboral es un derecho, pero seguimos favoreciendo a quienes nos resultan cercanos. Somos presa de nuestra incongruencia y víctimas de la ignorancia al no saber escapar de ella.
Por eso celebro la aparición de este nuevo texto. Léalo. No le decepcionará.