El Parque Nacional Bosencheve, decretado así el 1 de agosto de 1940 para conservar sus bosques que cumplen la importante función de ser reguladores hídricos, de acuerdo con información oficial, es un área natural protegida que se ubica en el municipio Villa de Allende, Estado de México y en colindancia con Michoacán. Abarca 14 mil 600 hectáreas de superficie y forma parte de la cordillera neovolcánica transversal.
La escasa información oficial disponible evidencia que hasta hace aproximadamente seis años se reseñaba que el Bosencheve era un atractivo para los turistas amantes de la naturaleza, donde, pese a no contar con infraestructura turística formal, solían acudir excursionistas a observar la vida silvestre, acampar e incluso pescar mojarras, carpas y eventualmente contemplar la llegada de la mariposa monarca.
Uno de los principales valores y atractivos de Bosencheve eran sus dos lagunas, Laguna Verde y Laguna Seca, formadas por agua de lluvia en las cuales, según la misma información gubernamental, albergaban a las aves acuáticas y presumían también varios arroyos como El Jaral, Ojo de agua, Pundereje, El Cardaro, Las Peñitas y la Palma.
Paradisíaca resulta la añeja reseña, pero la realidad es diametralmente opuesta y desoladora, pues de sus lagunas no queda prácticamente nada a la vista y tampoco hay al parecer conocimiento ni atención de ninguna dependencia gubernamental de la problemática que ha deteriorado el parque en el que, según testimonio de pobladores de la zona, poco a poco la masa forestal ha ido disminuyendo. No hay trabajo de guardabosques y los cuerpos de agua han sido sustituidos por grandes matorrales de una planta que aseguran es tule y grandes extensiones de lodo azolvado. Los visitantes y excursionistas no llegan más.
De acuerdo con el Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación para la Conservación de la Comisión Nacional de áreas Naturales Protegidas (CONANP), actualizada al 16 de noviembre del 2022, hay más de 16 mil 300 pobladores en la zona, interesados en la situación del parque, pero no hay un Plan de manejo de éste.
El pasado sábado estuve ahí, a invitación de un grupo de pobladores quienes me mostraron imágenes de una zona natural majestuosa que en poco se parece a lo que hoy se puede ver, y preocupados por el grave deterioro de su hábitat, intuitivamente han tomado la iniciativa de realizar jornales de trabajo para retirar los matorrales, confiando que, bajo una costra de lodo azolvado y maleza, aún existe agua y esperan que una buena temporada de lluvias poco a poco permita la recuperación de la zona.
Tienen claro que más allá de la recuperación del paisaje, debe implementarse un proyecto para restaurar y manejar las lagunas, quieren ser parte de esa estrategia indispensable para administrar mejor el agua como recurso indispensable para preservar la vida en torno al parque y en las zonas urbanas. Están dispuestos a que especialistas de la UAEM o científicos de alguna instancia gubernamental estatal o federal diagnostiquen lo que ha ocurrido y oriente mejor sus trabajos para la recuperación. Ojalá. Insistiremos en el tema.