El presidente López Obrador sigue tratando de equilibrar las fuerzas dentro de la 4T; resulta indispensable cuidar su legado y garantizar la gobernabilidad de su sucesora Claudia Sheinbaum.
Con la designación de Mario Delgado, actual presidente de Morena, como secretario de Educación Pública, se iniciaron los movimientos al interior del organismo político; el consenso inicial fue que éste debería recaer en una mujer.
Lo que apresuró que Citlalli Hernández y Luisa María Alcalde levantaran la mano. El sábado alrededor de las 5:00 pm, la secretaria general de Morena convocó a una reunión en el hotel Riazor de Viaducto, en Iztacalco, su alcaldía natal. Primero parecía una invitación pequeña, nada formal con su equipo cercano, a puerta cerrada para ver quiénes estaban con ella. Pero la reunión se convirtió en mitin. Hubo convocatoria por WhatsApp.
Ya en el evento, estuvieron en el podium unos seis líderes morenistas. Cuando le tocó a Citlali hablar, con prudencia señaló: “Si Luisa decide participar, yo no voy a participar y cerraré filas con ella”, lo que provocó un extrañamiento entre los presentes, pues se suponía que la reunión era para apoyarla. Más tarde el equipo de Hernández explicó que el comentario fue porque “había muchas orejas en el evento”.
Ese mismo día en la noche, Luisa María Alcalde, también convocó a una reunión privada. De acuerdo con las fechas oficiales del partido se tendría que elegir entre octubre y noviembre, pero todo indica que será antes y que Alcalde se perfila como la nueva dirigente. La indicación ahora para las huestes de Morena es apoyar a un perfil bastante más moderado.
Como presidenta de Morena, a Alcalde le corresponderá administrar el nuevo bono democrático del partido, más grande incluso que el que se obtuvo en el proceso electoral de 2018; la intención es no caer en un bache como el del 2021, cuando perdieron la mitad de la CDMX.
Palabras clave
Morena vuelve a aplicar el mismo modus operandi o sello de la casa. Todos tienen oportunidad, pero pocos logran llegar. Hay que recordar desde un Gibrán Ramírez que aspiraba a ser el líder del partido y no lo logró, pasando por las corcholatas, el candidato en la CDMX, el mismo Mario Delgado que quería ser secretario de Gobernación o incluso Noroña, que ahora se quedó sin puesto. Sin duda tiene sus formas y sus reglas.
