El domingo vivimos un momento histórico, algo que difícilmente volveremos a vivir como mundo, ya que fue un acontecimiento que se construyó durante ocho años y que por muchas circunstancias adquirió una popularidad de proporciones masivas. El domingo a las 20:00 de México, la televisión detuvo nuestras vidas y nos obligó a ponerle atención a través de la transmisión del último episodio de Game Of Thrones. Solo en Estados Unidos poco más de 13 millones de personas se sincronizaron a esa hora para ver el capítulo. Para que un show de televisión hoy en día logre tal impacto, tomará mucho más esfuerzo, ya que las formas de consumo son otras y las opciones no dejan de crecer.
A pesar de la inconformidad de muchos por el cierre de la emisión, nadie dejó de verla. En lo personal creo que fue un cierre digno y monumental, no solo en el último episodio, sino en los recientes seis. Hay mucho que decir, a mí me llaman la atención dos cosas. La primera, ¿con qué se queda HBO tras la conclusión de Game Of Thrones? De entrada con la impecable Big Little Lies que estrena segunda temporada el 9 de junio.
La segunda, destacar a Game Of Thrones como una serie incluyente en temas LGBT+. Sus personajes diversos fueron presentados con fuerza y si bien al final la representación se detuvo, en su era dorada hubo una presencia importante. Hora de buscar nuevos favoritos en la televisión .