Cultura

¿Vivir con miedo o con esperanza?

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Unos celebraban este fin de semana el triunfo de Argentina sobre Brasil en la Copa América, expresando que el futbol le hizo justicia a Leo Messi, quien al final pudo alzar un título con su selección nacional, lo cual se le había negado a pesar de ser considerado el mejor futbolista del planeta. Otros alababan a Italia tras el apretado triunfo de visitante, ganándole en penales a Inglaterra en su Estadio de Wembley. Mientras en el planeta completo sigue debatiéndose sobre los efectos del Covid19 y el pronóstico de que terminará el 2021 y aún no habremos superado la pandemia.

Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 están ya a la vista y cada vez más cerca. El ambiente de la justa deportiva más significativa en nuestra Tierra comienza con moderado optimismo a llenar espacios en los medios de comunicación, aunque la sombra de la decisión de aplazarla el año pasado por la pandemia, decidiendo conservar en su nombre el año original, los hace ya una competencia única que pasará a la historia por haberse postergado ante la amenaza del Covid19 y realizarse un año después de lo previsto, aún con el virus contagiando en múltiples ciudades del mundo, amenazando a algunos países con la tercera ola.

Aún cuando el comité organizador ha expresado en alguna ocasión que la realización de los juegos podría ser un faro de esperanza para el mundo en estos tiempos difíciles y que la llama olímpica podría emular la luz al final del túnel en la oscuridad en la que el coronavirus nos ha hecho movernos desde inicios del 2020, lo cierto es que esta manifestación deportiva que cada cuatro años revela mensajes al mundo, en esta ocasión llegará en momentos en los que se hace un balance de lo que la trágica pandemia ha traído a la humanidad en la llamada nueva normalidad.

En casi todas las reuniones sociales, mesas de café y pláticas de todo tipo, el Covid19 y sus efectos siguen siendo tema predominante. ¡Qué si los que no desean vacunarse y sostienen otras hipótesis sobre el fenómeno deberían pensar en el bien común! ¡Qué si a pesar de la vacuna, la falta de información y conocimientos sobre el virus han generado alarma ante el surgimiento de nuevas cepas! ¡Que si las gestiones de la pandemia en los diferentes niveles gubernamentales del mundo han fracasado! Y una lista casi interminable que seguramente los lectores conocen mejor que yo, con el consabido corolario: la vida sigue y hay que aprender a vivir así.

Y justo porque la vida sigue y aún está lejana esa luz al final del túnel que la llama olímpica hubiera querido representar, lo que hoy nos preguntamos a menudo es ¿cómo deseamos vivir ante las circunstancias actuales? ¿Vivimos con miedo o vivimos con esperanza?

Cito a mi hermano Mauricio Cervantes, con quien puedo tener diferencias ideológicas y en la forma de ver la vida, pero que, dentro de su perspectiva del fenómeno, esgrime una gran verdad: “Les asustaron diciéndoles que morirían (lo saben nuestros padres desde que nos encontramos en el periodo de gestación). Los civiles se asustaron y en menos de 90 días adoptaron el uso del tapabocas. Las llamadas de los científicos o de personajes mediáticos como Al Gore en torno al calentamiento global, no han provocado semejante cambio en los hábitos del homo sapiens en 30 años”.

Si, en efecto, la muerte tomó el rostro del virus desde el año pasado, aún cuando en las estadísticas sigue estando muy por debajo de otras causas mortales. También es un hecho que la inmovilización y aislamiento que se tomaron en el planeta como medidas sanitarias, generaron despidos y recortes en los empleos, quiebra de negocios y pérdidas millonarias en el ingreso de las familias, además de un sin número de efectos secundarios en la salud mental y en la forma de convivir al interior de los hogares.

Lo hemos dicho varias veces y hoy lo repetimos, pasarán lustros y quizás décadas para que surjan los estudios e investigaciones que nos permitan entender este fenómeno que aún no alcanzamos siquiera a terminar de aceptar.

Observamos dentro de muchas categorías posibles, dos grandes que podrían englobar a todas las demás, en la forma como las personas estamos viviendo hoy con el virus. Por un lado, las que tienen miedo permanente a contagiarse, a perder algún familiar, a perder dinero y a seguir teniendo pérdidas en todos los aspectos de su vida. Por el otro, los que viven con esperanza y aceptación de que todo lo que hoy nos toca enfrentar, tiene un para qué y un propósito superior que pronto nos llegará a cada uno y, con las medidas preventivas correspondientes, deciden levantarse a diario a tener el mejor de sus días.

¿Y usted, mi estimado lector? ¿Con cuál de ambas se identifica?

Finalmente, con pandemia o sin pandemia, con virus o sin virus, ese es el gran dilema de los seres humanos. Algunos eligen vivir con miedo de que un día vamos a morir y de que mientras eso sucede venimos a este mundo a sufrir o a ser infelices porque la vida es difícil. Otros en cambio eligen vivir con esperanza y gratitud de haber nacido, a pesar de lo inevitable de la muerte, con la convicción de que la vida es tan efímera que deberíamos disfrutarla al máximo en medio de cada una de las circunstancias que nos rodean. ¡Cuestión de actitud!

Omar Cervantes

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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