La esperanza de un presente y de un futuro mejor para cada uno de nosotros y nuestras familias es mi mejor deseo para este año 2025 que inicia su segunda semana con la celebración de los Reyes.
Después de dos semanas de vacaciones escolares y en algunos otros sectores, finalmente termina el maratón “Lupe-Reyes” que hace algunas semanas proponíamos hacerlo diferente, procurando ser mejores y cambiando de hábitos en ese periodo.
Además de las celebraciones decembrinas han sido momentos de reflexión y de asumir compromisos para ser mejores, más agradecidos, más generosos y más humanos en toda la extensión de la palabra.
Si bien sabemos que en estos tiempos abundan los agoreros de lo negativo y quienes pintan el panorama gris, sombrío y dramático, somos de los que elegimos ver los vasos medios llenos, tener fe, esperanza y confianza en la humanidad y su despertar espiritual.
Y no estoy tratando de negar la realidad y los problemas o conflictos que existen en todo el planeta en sus diferentes agendas, simplemente prefiero ser parte de la solución y del evocar lo positivo que tenemos, dejando de destinarle tanto tiempo y energía a la nota adversa.
En mis introspecciones de días pasados pude apreciar como a través de mi vida Dios siempre me ha provisto de su favor y su gracia, aun en los momentos que podrían haber sido muy críticos o humanamente difícil de imaginar su solución.
Creo en el Dios de los milagros, el que sana, el que restaura, el que reivindica, el que libera y el que me ama.
Ese Dios que me libró de la adicción al alcohol y sus consecuencias, como lo ha hecho con millones de personas rehabilitadas.
El que se hace presente en todo momento y que solo basta ver mi historia y ser agradecido para identificarlo.
Independientemente de religiones, credos o ideologías, como dicen los alcohólicos anónimos, pongo mi vida y mi voluntad al cuidado de Dios, nuevamente en este 2025 y todos sus proyectos.
Que sea un gran año para todos.