Dos síntomas de autoestima baja, falta de seguridad y posible forma disfuncional en la forma de establecer relaciones interpersonales son, la culpa y la complacencia.
A menudo, en consulta privada con adictos, codependientes y con personas con dificultad para relacionarse, ambos rasgos suelen ser recurrentes.
La culpa que, en resumen, hace que quienes la cargan muchas veces actúen consciente o inconscientemente para tratar de “purgarla” o de “reconciliarse” con los demás, dejando de lado su autenticidad y personalidad propia.
La complacencia, en tanto, entendida como la necesidad de aprobación del otro, ante lo cual se sacrifican las ideas, deseos y decisiones personales, en aras de “quedar bien” con alguien más.
Ambas, la culpa y la complacencia, al alejar de su esencia y personalidad a quien actúa con ellas por delante, terminan causando frustración cuando descubren que, a pesar de todo, nunca nada es suficiente.
Por ello es importante actuar sin culpa y sin complacer para obtener aprobación de los demás, para no vivir en una distorsión de la propia personalidad.
Sin miedo y con realismo, se debe actuar con la convicción de que el valor de la persona radica en el interior y en su propio ser y no debe subordinarse ante ninguna circunstancia.
Ambos síntomas o características que muchas veces radican en el inconsciente, una vez descubiertas como causas de diversos problemas, deben ser atendidos y tratados terapéuticamente.
Las rutas y modelos terapéuticos para su abordaje pueden ser de diferente índole, aunque en todos los casos los resultados deseados son el de darle a la persona seguridad, autoestima y amor propio, experimentando además el perdón y la liberación de los resentimientos.