Hay una gran película de reflexión que es de mis favoritas titulada “Comer, rezar y amar” con Julia Roberts, en la que se nos muestra cómo es posible salirse de la zona de confort y descubrir que hay más de una forma de salir y conocer al mundo.
Es un filme motivacional y muy aleccionador que nada tiene que ver con el título de este artículo que más bien me vino a la mente mientras veía en televisión el Súper Tazón, el programa de mayor audiencia en el mundo.
Un fenómeno comunicacional de grandes audiencias en el que anunciarse es de lo más caro en la industria publicitaria.
Y al menos en México, los anunciantes tienen que ver con comer, beber (alcohol) y apostar. Tres conductas que en exceso pueden causar desequilibrios y adicciones.
Aunque no es la primera vez que lo escribo y muchos me responden que el deporte profesional es un espectáculo de consumismo que nada tiene que ver con promover la salud y la actividad física, no dejaré de observar la gran paradoja de que un juego de atletas visto en millones de hogares del planeta promueva de todo menos la vida saludable y la cultura del autocuidado.
¿Acaso no es un cliché cuando decimos que los ídolos del deporte profesional son de gran influencia en la niñez y la juventud? Porque en los hechos es muy difícil que la mayoría de los jóvenes y niños que ven el deporte en la televisión vayan a ser profesionales algún día. En cambio, si es muy probable que el bombardeo de publicidad les haga querer pedir pizzas, papas, botanas, refrescos y por supuesto querer explorar las apuestas en línea o acompañar a sus padres con una bebida alcohólica refrescante. Paradójico, ¿no?
En un mundo ideal y utópico sería bueno al menos como contrapeso sacar al aire historias de éxito, deporte y superación personal de los jugadores profesionales.
¿Sería mucho pedir?
Excelente semana para todos.
