Domingo 29 de noviembre —segundo día de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara—, 4:30 pm. La actividad estelar en el horario es la presentación de Mongo Blanco, novela del español Carlos Bardem que figura ya en las listas de las mejores del año en el mundo de habla hispana, y que el Fondo de Cultura Económica ha tenido el tino de fichar para editarla en México. Presentan el autor y el director de la editorial paraestatal, Paco Ignacio Taibo II.
Si Mongo Blanco es notable lo es por su complejidad psicológica y política: porque invita al lector al involucramiento emocional e incluso a la admiración por un antihéroe —un traficante de esclavos del siglo XIX— sin dejar de condenar sus prácticas crueles, su cosmovisión (a)moral. La receta no es nueva —la lista incluye Hamlet, Rojo y negro, Madame Bovary, El gran Gatsby y Lolita— pero sí digna de saludo cada que asoma en la literatura, en tanto ventana a la complejidad humana.
El presentador, sin embargo, no se anda con sutilezas. Como buen escritor de novelas negras que también es, algo podría haber aprendido de la complejidad moral del Sam Spade de Hammett, del Philip Marlowe de Chandler, del Mandrake de Fonseca o incluso de su propio Héctor Beloascarán Shayne. No es el caso. Le gana lo militante y se lanza, feroz y simple, a refrendar las acusaciones de un Presidente de la República —su jefe indirecto pero su líder político— que reprochara a la FIL estar contra “nosotros” —el plural es mayestático— y encarnar “la decadencia pero no solo de México: de las universidades, de la intelectualidad”.
“Coincido totalmente con los puntos de vista del Presidente de la República respecto al manejo político que la Feria de Guadalajara está dando, convirtiéndola en un portavoz del pensamiento conservador”, arremetió Taibo en la presentación, anunciada en prensa por la Feria como uno de sus eventos destacados, junto a otros que involucran la presencia de Carmen Artistegui, de Gerardo Esquivel, de Ricardo Raphael, de Juan Villoro, todos habituales de la Feria antes como ahora.
El chiste, pues, se cuenta solo. Y el punchline es evidente.
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