La comunidad internacional de derechos humanos no ha visto con buenos ojos este año la actuación de México, país al que más de una voz en más de un país ha acusado de convertirse de facto en el muro antimigratorio cuya edificación tanto anhelaba el presidente Donald Trump.
Algunos —los menos, habrá que reconocer, y no sin dudas— sostenemos que la difícil decisión de política exterior tomada por el gobierno mexicano fue la correcta, de cara a unas presiones arancelarias del gobierno estadunidense que habrían podido poner en jaque la economía nacional. La negociación, que redundara en un nada honroso estatuto de México cercano al de tercer país seguro, nos salvó de una crisis económica mayor. El costo, sin embargo, tanto moral como financiero, ha sido alto: a la fecha lidiamos con una crisis migratoria que no por haber abandonado los titulares resulta menos acuciante, sin contar ni de lejos con la infraestructura necesaria para hacerle frente.
Vale la pena recordar esta situación ahora que el gobierno mexicano ha decidido ofrecer sin deliberación ni dilación asilo político al ex presidente boliviano Evo Morales, tras un proceso electoral en el que participara de manera anticonstitucional, sobre el que pesa una sospecha de fraude que ha hecho suya la Organización de Estados Americanos y que le valiera perder el apoyo del ejército y la policía de su país.
El presidente Trump, de cuya opinión parece estar tan pendiente el gobierno mexicano, ha descrito la renuncia de Morales como “momento significativo para la democracia en Occidente”, lo que llevaría a pensar que la decisión mexicana de recibirlo con honores resultaría en tensiones entre nuestro país y su principal aliado estratégico. Ni tantas: México parece más dispuesto a jugarse la relación con Estados Unidos por un dictador depuesto que por una crisis de derechos humanos, y Estados Unidos a hacerse de la vista gorda —verbigracia el silencio del presidente Trump al respecto, que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha agradecido— ante el respaldo brindado por un presunto país aliado a un presunto enemigo.
Mientras tanto, 64 mil migrantes centroamericanos permanecen en el limbo.