Cultura

2017-09-05

  • Fuera de Registro
  • 2017-09-05
  • Nicolás Alvarado

Todavía campea el debate a propósito de la decisión, tomada la semana pasada por la firma de cosméticos francesa L’Oréal, de romper su relación de vocería con la modelo negra y transgénero británica Munroe Bergdorf después de que ésta hiciera, a la luz de los episodios de violencia perpetrados por supremacistas blancos en la comunidad estadunidense de Charlottesville, la siguiente publicación en su página de Facebook:

A decir verdad, no tengo ya energía para hablar de la violencia racial de la gente blanca. Sí: de TODA la gente blanca.

Porque la mayoría de ustedes no se percata siquiera o se niega a reconocer que su existencia, sus privilegios y su éxito en tanto raza está construido sobre las espaldas, la sangre y la muerte de la gente de color. Su existencia entera está embebida en racismo. De las microagresiones al terrorismo, ustedes construyeron el modelo de esta mierda.

Vengan a verme cuando se den cuenta de que el racismo no es aprendido, que es heredado y transmitido de generación en generación de manera consciente o inconsciente por medio de los privilegios.

Una vez que la gente blanca comience a admitir que su raza es la fuerza de la naturaleza más violenta y opresora que hay en la Tierra… entonces podremos hablar.

Hasta entonces, sigan fingiendo sorpresa sobre la forma en que el mundo sigue jodido a manos de sus ancestros mientras su cabeza sigue enterrada bajo arena con las manos sobre las orejas.

Si atendemos a la definición del DRAE y entendemos el racismo como la “exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive”, el texto de Bergdorf será racista, ya solo por exacerbar los atributos positivos de aquel al que ella pertenece y discriminar a otro al punto de la persecución discriminatoria. Generalizadora y revanchista, la postura no da lugar a excepciones —no caben en ella un Camus, un Costa-Gavras, un Coetzee, una Madonna, una Angelina Jolie—, no hace sino cultivar un discurso de odio que profundizaría las tensiones no solo raciales sino sociales y generaría más violencia en su afán de —permítaseme citar al icónico marido blanco de una negra icónica— apagar el fuego con gasolina.

Aun desde esta óptica, sin embargo, el asunto dista de ser sencillo. Primero por la condición doblemente minoritaria de la modelo —es negra y transgénero—, después por la forma en que ha decidido asumirla. Poca información hay sobre ella previa a su captura de los reflectores, pero sí que es sabido que la protagonista del escándalo es de ascendencia jamaiquina y que nació con el nombre de Ian y un apellido que ha decidido no revelar. Es, pues, previsible que el nombre que decidiera asumir a su ingreso al mundo de la moda contemplara la asunción del apellido Bergdorf a partir del nombre de la famosa tienda departamental neoyorquina homónima Bergdorf Goodman. He aquí, sin embargo, que Bergdorf es un apellido de origen alemán —derivado del nombre del fundador de dicho emporio comercial— y, por tanto, blanco. Y que L’Oréal, la firma para la que Munroe aceptara contratarse, es presidida por un blanco, el francés Jean-Paul Agon, lo que hace ya francamente inconsistentes las declaraciones de la modelo. Pero hay más: bien sabido es hoy que el fundador de dicha empresa, Eugène Schueller, fue uno de los actores clave de La Cagoule, grupo francés de extrema derecha con una agenda no solo colaboracionista sino antisemita. Como bien documenta Ruth Brandon en su libro La cara oculta de la belleza, desde L’Oréal, Schueller no solo financió el grupo sino que prestó su sede para múltiples reuniones de éste y, terminada la Segunda Guerra Mundial, empleó en la firma a varios de sus cuadros clave, uno de los cuales —el notorio antisemita André Bettencourt— terminaría por casarse con su hija Liliane, todavía a sus 94 años de edad principal accionista de la empresa cosmética. Tal clavado en la historia de L’Oréal no es gratuito, y compromete en cualquier caso la postura de Bergdorf: o bien a) L’Oréal supo rectificar el camino y asumir plenamente los valores de la diversidad —lo que quedaría validado en su adquisición del negocio de perfumería de Ralph Lauren, cuyo verdadero apellido es el innegablemente judío Lifshitz—, lo que invalidaría el argumento de que todos los blancos son fatal e irremediablemente racistas, o bien b) Bergdorf no considera el antisemitismo una forma de racismo —acaso por ser blanca la piel de la mayoría de los judíos—, lo que se antoja doblemente racista, o bien —y más probable— c) la chica dejó los principios en el neceser cuando la firma le puso enfrente un cheque jugoso y una oportunidad para brillar.

(Acaso sea una anécdota pequeña pero creo que el trasfondo moral lo vale).

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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