Otra vez, la bruma.
La sensación líquida que se escurre en el cerebro, que está tratando de flotar… pero no flota.
Otra vez los espacios en blanco.
Pensé, que después de tanta funcionalidad, de engañar a la mente con hiperactividad, estaría bien.
Pero siento como arde internamente, como palpita de agotamiento y sobre esfuerzo y, si me concentro en esa sensación, entonces no puedo dejar de rascarme el cuerpo.
Pensamientos intrusivos todo el tiempo. ¿Mi página baja en seguidores?
Y yo pienso que seguro ya regaron un chisme mío por ahí. ¿será que nuevamente hice algo mal?
Y mi mente empieza a histerizarse respecto a que me abandonen aquellos a quienes quiero porque pueden llegar a creer lo que sea que les hayan dicho.
¿Porque desde nunca le agrado a la gente realmente, por qué siempre debo ganarme el lugar siendo eficiente, presente, lista y generosa?
¿Cómo es que hay tan pocas personas con las que de verdad creo que me puedo sentir segura y amada y no en riesgo de abandono?
Otra vez pesa el cuerpo. Otra vez pasan las horas con la mente en blanco frente a la computadora, otra vez la tentación de sentir dolor, al menos, para revivir, para despertar de alguna manera.
Y la culpa. Porque todo va tan bien. Estas cosechando lo que sembraste, abundancia, reconocimiento, amor, niños felices.
Pero siempre vienen pequeñas oleadas de culpa por saber que no lo estas disfrutando como debes, que estas gris, en el mejor de los casos, cuando deberías estar arcoíris, que tu magia esta entumecida nuevamente y solo accionaste protecciones, porque eran necesarias, no porqué es algo que te hace ser y te construye.
Otra vez, el monstruo que devora el pensamiento, lo adormece y no te deja salir de casa, sin ninguna explicación lógica, pero ahí está, manteniendo tu cuerpo clavado al sillón, tu mente incoherente y no presente, tu falta de llanto y de comprensión del mundo, haciendo que luchar sea irrelevante porque el enemigo está, nuevamente, en el espejo.
