
Alfredo San Juan
Sin lugar a dudas la pandemia por covid-19 y el confinamiento han tenido un impacto social y económico sin precedentes, pero las mujeres, niños, niñas y adolescentes han sido las personas más afectadas por las medidas de aislamiento.
El confinamiento y la suspensión de clases aunados a otros factores sociales y económicos han generado afectaciones graves en niñas, niños y adolescentes, como problemas de desarrollo y salud mental por la falta de convivencia comunitaria; afectación en su proyecto de vida por la deserción escolar y el incremento de la desigualdad; mayor vulnerabilidad ante la violencia familiar; así como un incremento en embarazos en menores de edad, suicidios y homicidios.
De acuerdo con cifras de Unicef, México es uno de los países que más ha tardado en regresar a clases en nuestra región, con más de 500 días de suspensión de esta actividad contra el promedio de 158 a escala mundial, lo que ha generado un importante rezago educativo en niñas y niños. Pero lo que es aún más preocupante es la baja en la matrícula como consecuencia de la pandemia: el Inegi ha revelado que al menos 5.2 millones de alumnas y alumnos no concluyeron el ciclo por alguna situación relacionada con el covid-19 y de esos, 3.9 millones no se inscribieron en este nuevo curso escolar. Esto se explica en gran medida considerando que la estrategia “Aprende en Casa” ha sido una gran propuesta emergente con clases por señal abierta, pero no ha llegado a las niñas y niños que viven en mayores desigualdades o no cuentan con una computadora, acceso a internet, o incluso con televisión para seguir las clases.
En lo que respecta a las mujeres, la afectación no es menor y tenemos que tomar cartas urgentes en el asunto. El trabajo no remunerado de los hogares se incrementó debido al confinamiento, y millones de mujeres tuvieron que renunciar a sus trabajos remunerados para cuidar de sus hijas e hijos en edad escolar, que en otras circunstancias estarían dentro de las aulas. La correlación entre maternidad y participación económica de las mujeres es muy clara: por ejemplo, las mujeres de 20 a 29 años sin hijos tienen una participación de 56.9 por ciento; contra 46.1 por ciento cuando tienen entre uno y dos hijos y baja hasta 41.5 por ciento cuando tienen de tres a cinco hijos. Pero no solo eso, las mujeres también han tenido que dedicar su tiempo al cuidado de personas enfermas, adultas mayores y al trabajo doméstico, sin recibir ningún tipo de retribución económica por ello. Otras han tenido que trabajar desde sus casas, acumulando horas de cuidados y limpieza del hogar a la par de sus actividades profesionales, lo que ha tenido un impacto significativo en su salud mental que se manifiestan en estrés, depresión, interrupción de proyectos de vida, y que las ha vuelto más vulnerables a la violencia doméstica.
Con los argumentos anteriores, la señal es muy asertiva: el regreso a las aulas es necesario, pues el coronavirus seguirá presente por varios años más y deberemos aprender a vivir con él. Las instituciones escolares tanto públicas como privadas están conscientes de esta necesidad y colaboran junto con las autoridades en la implementación de todos los protocolos necesarios para un regreso a clases seguro —como la vacunación del personal docente, el uso de cubrebocas, el lavado de manos y la sana distancia—, con el objetivo de reducir al mínimo los contagios entre la comunidad estudiantil.
Uno de los principales ejes de acción del Inmujeres es trabajar para una mayor autonomía económica de las mujeres, un factor clave en su empoderamiento y en la prevención y reducción de la violencia. Sin embargo, como consecuencia de la pandemia, la tasa de participación económica de las mujeres se redujo en abril de 2020 a 35 por ciento, contra 61.3 por ciento de los hombres. Si bien actualmente hemos logrado recuperar terreno, nuestra participación es de 43.9 por ciento (un punto por debajo a la participación prepandemia), contra 75.9 por ciento de los hombres, lo que demuestra que el proceso de recuperación ha sido más lento para las mujeres.
Una mayor participación económica de las mujeres es fundamental para el crecimiento del PIB y el bienestar de las sociedades. ¿Cómo enfrentar estas cifras? La respuesta es simple: activándonos, combatiendo los efectos negativos de la pandemia con perspectiva de género y comprendiendo que la activación económica de las mujeres debe ser ya, de ahí la importancia del regreso a clases, que brindará a las mujeres la oportunidad de retomar sus vidas y sus actividades profesionales, contribuyendo a su salud física y mental garantizando que contribuyan desde sus diferentes trincheras a un México más incluyente e igualitario. Solo así podremos construir una “nueva normalidad” con igualdad de oportunidades y bienestar para todas y todos.
Nadine Gasman
*Presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres