Cuando era niña, conocí la inflación. Era una palabra de presencia constante. Pero, más allá del vocablo, eran familiares las acciones vinculadas al mismo. No existían aún los códigos de barras ni las cajas registradoras con lectores ópticos. Los precios se colocaban en la mercancía con un sello de tinta morada. Así, en casa supermercado, los empleados colocaban un banquito frente a algún anaquel y, armados de una bolita de algodón empapada en alcohol, procedían al borrado del precio que se había dado al producto, para de inmediato estamparle uno nuevo y más alto.
Eran tiempos aquellos en los que la racionalidad llevaba a qué tan pronto se cobraba la quincena —quienes lograban hacerlo, porque no siempre los negocios daban lo suficiente para “la raya”— y había que correr a hacer la despensa, porque si no, al día siguiente alcanzaría para menos cosas. Así de galopante era el aumento de precios.
Por aquella época, el presidente Miguel de la Madrid propuso un mecanismo denominado Pacto de Estabilidad y Crecimiento Económico. La herramienta básicamente consistía en hacer un llamado a todos los sectores: Gobierno, empresariado, sindicatos para acordar dejar precios y salarios en los niveles reinantes en aquel momento y detenerse una vez por todas el azote a la economía que significaban las alzas constantes de precios.
Creo que con más fe que certeza teórica, los involucrados aceptaron el llamamiento y la idea dio resultados, regresando el índice inflacionario a niveles que ya no ponían en riesgo inminente a la economía nacional.
El ejercicio que acaba de realizar la presidenta Claudia Sheinbaum al topar por seis meses el precio de la gasolina se parece al citado pacto. Si bien se acota a un producto, es innegable que se trata de un insumo determinante para fijar los precios de prácticamente todas las demás mercancías. Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre ambas decisiones: el contexto de mercado en el que se da. Mientras en el México de los ochenta la economía apenas se liberalizaba, la decisión de ayer se da en el marco de un modelo de libre mercado bien anclado al que, con esta medida, podría estarse empezando a poner un freno.