Esta semana, el Congreso del Estado rindió un homenaje póstumo a María Elena Chapa Hernández. Es de llamar la atención cómo una mujer con una filiación política tan clara —su vida política la desarrolló siempre en las filas del PRI— genera tal unanimidad. La primera explicación radica, por supuesto, en su trabajo en favor de las mujeres. Abanderando esa causa cuando no había adquirido la relevancia que hoy tiene en la agenda pública, María Elena fundó la primera instancia en una entidad federativa dedicada a la atención de los temas de género. Fue también firme defensora de la paridad en el ámbito político y con su dedicación a la realización de litigios estratégicos estuvo en el origen de grandes avances en este tema.
Sin embargo, creo que la concordancia en torno al peso de su figura en el feminismo nuevoleonés y mexicano tiene que ver con su capacidad estratégica. María Elena parecía que hablaba sin filtros, pero en realidad había un enorme cálculo político en lo que hacía. Ya he narrado aquí cómo tantas veces le creí que me estaba planteando alguna duda, cuando en realidad lo único que hacía era provocar la respuesta que estaba esperando.
Sabía también, por ejemplo, el enorme valor que tiene el trabajo en redes y los posicionamientos conjuntos. Muchas veces, ante una encrucijada, blandía su celular como si se tratara de un arma y enunciaba la larga lista de mujeres líderes de opinión a las que podía de inmediato llamar para alzarse en contra de cualquier medida que pudiera impactar negativamente a nuestro género.
Entendía perfectamente el rol que el aprendizaje continuo tiene para quien quiere mantenerse vigente. Siempre estaba leyendo algo; pero, sobre todo, siempre estaba aprendiendo de lo que expresaban las demás. Muchas veces la escuché decir: “De esto no sé nada, necesito que me expliquen”.
Pero su más grande línea estratégica consistía en garantizar el relevo generacional. Reclutó a muchas mujeres para compartir y enseñarles. No pedía nada a cambio, pero sí recibía mucho: la garantía de que lo logrado no desaparecería con ella, porque había despertado vocaciones para mantener lo alcanzado y expandirlo. No es casual que genere tal unanimidad.
