Mujeres y municipios tienen mucho en común. Tanto que el análisis de estos aspectos ha llevado ya a la VIII Cumbre de Agendas Locales de Género que se realiza esta semana en Zapopan, Jalisco. Se trata de una reunión de alcance Iberoamericano con la participación de agencias de Naciones Unidas, organizaciones no gubernamentales y representantes de instancias públicas de los distintos órdenes de Gobierno de los países de la región.
Mujeres y municipios convergen de entrada en la precarización, y esto no es una coincidencia, sino una interrelación. Mientras la instancia más cercana a la ciudadanía sea la que mayor escasez de recursos enfrente, las mujeres, actoras fundamentales de la vida en comunidad, seguirán enfrentando dificultades.
Entre municipio y mujeres se entreteje además una paradoja: esa esfera de gobierno, en la que por primera vez se nos reconoció el derecho al voto –con el ridículo argumento de ser lo más parecido al hogar– es también en la que más ha costado que crezcan los liderazgos femeninos. Más de una década ha transcurrido desde que la paridad se integró como principio constitucional, ni siquiera el 30 por ciento de las alcaldías son ocupadas por mujeres, sumado al hecho de que es en ese ámbito donde se ejerce la mayor violencia política en razón de género.
Urge cambiar la realidad por lo que es imperativo hacer las cosas de manera diferente. Empoderar a las mujeres en el territorio es una propuesta que urge materializar. De acuerdo a lo expuesto por las y los expertos que se dan cita en Zapopan, una condición insoslayable para ello es garantizar procesos de diseño de políticas públicas que sean incluyentes. Segundo, la hoja de ruta debe ser la priorización de las intersecciones entre distintas vulneraciones. Por último, abrir espacios para que las mujeres puedan trabajar en red y apoyar la pacificación de los territorios a través de la mediación. Allí está nuestra tarea.