La presidenta Claudia Sheinbaum ha sido reiterativa, pero muy reiterativa, en que México no cederá un ápice en su soberanía. Desde luego busca sus escenarios favoritos para esos mensajes: la marcha de la lealtad, el Día del Ejército, el Día de la Bandera, todos ellos enmarcados en un cuadro militar en el que no faltan sus más altas jerarquías. Sin embargo, quizá no se trate del mejor cuadro cuando hay drones que invaden nuestros cielos y ella, en principio, llega a afirmar que se trata solamente de “campañitas”, cosa que en cuestión de días cambió por aceptar y apuntar que se trata de “vuelos totalmente legales”. ¿En qué quedamos pues? Hoy el Ejército (calladito se ve más bonito) no dice pío ante semejante y evidente invasión territorial, con todo y que se tolere que no está tan mal que sirvan al menos para ir, aunque sea asustando a los cárteles principalmente en la zona del Pacífico. Peor tantito si nos damos cuenta de que Trump pudiera cumplir con sus amagos de ir tras los que hoy ha calificado como terroristas, quizá al estilo de Rambo o de las brigadas secretas de las películas.
Empero, efectivamente se trata de un solo ejemplo de que la soberanía no anda pasando por sus mejores tiempos. La presidenta se las está viendo muy complicadas a partir de la presidencia de Donald Trump. Muy a pesar de la cadena de lisonjas que le recetó el estadounidense y que hasta la calificó a ella de “maravillosa”, debido dijo a su iniciativa de lanzar campañas sociales a través de medios masivos como la televisión y la radio para desalentar el consumo de fentanilo, pero las cosas no parecen para nada cambiar en otros terrenos.
Ahora, con todo y que la presidenta haga hasta lo imposible por alimentarle el ego al insaciable mandatario y cumplir sus exigencias, éste no deja de seguir amenazando con el alza en los aranceles a todos, sí a todos los productos mexicanos. Y repite, cosa inaudita, que hay de aquél que ose responderle con otras medidas similares. Así que de poco ha servido que se envíen los miles de soldados nacionales a la frontera para “frenar” a los invasores potenciales de su territorio o a parar el flujo de drogas que, dicho sea de paso, también tiene a sus contrapartes en Estados Unidos, de los que allá poco se ha hablado de actuar más drásticamente.
La soberanía, en realidad, tiene como condición fundamental el ejercicio pleno del poder total que tiene un Estado, sobre todo para ejercerlo de una manera independiente. Muchas dudas nos quedan por ello al pensar si hay soberanía plena cuando, por mucho que duela, pueblos, ciudades y vastas regiones son dominadas por fuerzas alternas que no son precisamente ese gobierno ni país soberano: el narco y los cárteles en su conjunto, o grupos delincuenciales de todos tamaños que también arrasan con la tranquilidad y la vida comunitaria. De manera que el peor legado de la administración federal precedente fue la política del inmovilismo (abrazos, no…) de la autoridad supuestamente soberana, ante los ejércitos alternos (a veces mejor armados) y que dominan a sangre y fuego en no pocos estados del país. ¿Pareciera esto muy soberano?
No se puede culpar a la presidenta de esto, ni siquiera si eventualmente le toca tratar o tomarse la foto con algún delincuente. Lo preocupante es que el narco haya logrado infiltrarse hasta las entrañas del gobierno morenista y de su partido, que conviva con las propias autoridades, que sea gestor sin duda de prebendas y de poder con la anuencia de funcionarios, diputados, etcétera. La tolerancia tiene sus límites, pero en México hay gobernadores, empezando por el innombrable de Sinaloa, que pecan de omisión o de plano tienen ya una connivencia con los delincuentes.
Debe pensar la presidenta que no se puede alcanzar la verdadera soberanía con tanta injerencia por todos lados. Además, fanática de ese principio, como quien dice fanática, no parece ser la presidenta cuando sigue la postura de su mentor en cuanto a mantener la crisis diplomática con Perú por la necedad de defender al depuesto presidente Pedro Castillo. En nuestra modesta escala, ¿no está también siendo injerencista al impedir que los peruanos arreglen sus problemas? ¿no es éste un ejemplo incluso de que no se está respetando la soberanía de otro Estado?
Ojalá y las banderas de la soberanía genuina lleguen pronto al Estado mexicano. Hoy es, en el discurso, la única “arma” presidencial principalmente ante la amenaza que ha significado Trump. Pero que no se olvide, dicha soberanía comienza por poner orden en casa. Y falta por ver.