Deveras no se esperaba que fuera tan pronto. Todos los amarres realizados para seguir interviniendo en el gobierno federal efectuados por López Obrador están poco a poco a reventar. El caso Teuchitlán ha puesto de cabeza a la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien empieza a advertir fisuras en su estructura, principalmente porque varios de los puestos estratégicos se siguen manejando a control remoto. Un asunto que sirve de ejemplo es que a la mandataria no le están funcionando los manejos de publicidad y propaganda gubernamental con un aparato similar al que tenía su antecesor, quien, gracias a su vocal Jesús Ramírez Cuevas, pudo cooptar periodistas, controlar algunos medios, crear un pequeño ejército de “youtubers” o de “influencers”, etcétera. Hoy AMLO teme por perder, y mucho, en el rejuego de un asunto quizás más grave que el de Ayotzinapa, lo que ha de causarle verdadero pavor. Pero tiene a su fiel guardián Ramírez Cuevas, insertado nada menos que como “coordinador de asesores” de la presidenta, y quien es el centro de la presión para que el Rancho Izaguirre no sea calificado de “campo de exterminio”.
Ya de lo que no cabe duda es que el gobierno federal, por fin, está asumiendo sus responsabilidades, como debe hacerlo en los temas que atañen al crimen organizado. Y mientras el fiscal Gertz Manero sigue predicando y gritando las culpas del gobierno local, con el hecho de que no se tomaron posteriores al descubrimiento hace seis meses del rancho Izaguirre (lo cual tiene sus puntos reales), la verdad la pregunta es: si se comprobó ahí un hecho relacionado con cárteles ¿por qué de inmediato no tomó el control del caso la Fiscalía General de la República y no precisamente apenas ahora? Por algo se resistía el Fiscal Gertz a aceptar absorber el caso. Vivillo, pues, pero no funcionó.
Imaginen que, para el susodicho Fiscal, en quien todos estos años hemos hecho descansar la responsabilidad de mantener a raya al crimen organizado, ahora su preocupación es por el “tour” realizado en el tétrico rancho, al que efectivamente él quiso mantener en las riendas del control de seguro sugerido por Ramírez Cuevas, con la prensa afín, influencers propios, etcétera, pero efectivamente el gobierno estatal lo vio como la ocasión propicia para que las mujeres buscadoras estuvieran presentes. El desorden provocado en la consabido “tour” no fue sino la represión de la FGR contra quien, aparte de sus bien escogidos periodistas a modo, intentara otros indicios, lo que sí sucedió, solo para constatar lo que tanto ha dolido, o sea que ya estaba todo barrido, tapado y borrado como por arte de magia.
El problema para la presidenta es que las cosas se están complicando hacia el interior de su equipo. Lunes y martes de esta semana ha tenido que enfrentar el tema con resultados cada vez más desafortunados en dos mañaneras que simplemente se han salido de control. En ambas, y no se entiende del todo, la presidenta ha estado defendiendo una y otra vez que el tristemente famoso rancho no era campo de exterminio sino de adiestramiento, algo que ha repetido de manera realmente obsesiva. Es como si algo o alguien la estuviera orillando al filo del acantilado cuando se trata de un tema de investigación y análisis jurídico que no le corresponde. A quién le puede importar es sin duda a su antecesor. De ahí viene todo.
Lo peor es que esta cuestión ha llevado a la presidenta a desfigurarse un poco, a negar lo que dicen sus propios subalternos, a insistir en una narrativa de los hechos que cada vez pone de manifiesto que AMLO arrastra, y quizás como otros casos más, hacia una condición que vaya si enturbia su gestión. Así de importante parece. Ahora sí surge Gertz con otro perfil, el de quien va a salvarlo todo y le basta con asumir que ya tiene, ahora sí, dice, bajo absoluto control el rancho Izaguirre. Y como se ve, incluso la responsabilidad del gobernador cuando comenzó todo, Enrique Alfaro o su equipo encargado de la seguridad, tendrán su parte, tal vez el alcalde, a lo mejor por el tema de que no se consideró la vigilancia debida. Al gobierno estatal actual, el de Pablo Lemus, no parece afectarle en nada, primero porque hace causa en cuando a la coordinación integral en seguridad, segundo porque de hecho tampoco parece estar protegiendo a nadie.
Pero para la presidenta Sheinbaum no es asunto simple ni que vaya a poder resolver en poco tiempo. Ahora así hay que activar viejos y hacer nuevos programas para entrar al oscuro mundo de las desapariciones. Lo que es más, le urge hacer algo y no está mal que sea algo real y efectivo. Para ella, lo único que se ve es un panorama en el que se están cayendo a pedazos las intervenciones de su predecesor. Quizás, sólo quizás, esté llegando ya la presidenta a la encrucijada y asumir al cien su propio gobierno.