La crisis sanitaria nos ha mostrado lo mejor y lo peor de muchas actitudes humanas. Claro, entre lo más indignante se encuentra el menosprecio, la desatención y hasta la violencia contra quienes, en realidad, constituyen nuestra única barrera ante una epidemia arrasadora y que, pese a ello, se mantienen en la lucha, en el trabajo constante y en la trinchera en que se han convertido los hospitales y centros de atención médica y de urgencias. Detrás de ellos, desde luego, no podemos olvidar toda una estructura que debe mantenerse activa ya que para cumplir los propósitos de aislamiento social, no pocos han de seguir cumplimiento tareas que solemos pasar por alto pero que resultan ahora indispensables: el empleado administrativo que no puede alejarse ya que en él descanse el orden del trabajo, el modesto recolector de aseo que ahora cumple una misión prioritaria, el inspector que supervisa se cumplan los reglamentos y disposiciones especiales, además, naturalmente, del personal médico, enfermería, camilleros, de protección civil, bomberos y seguridad pública. En el medio privado, comercios, bancos y muchos más mantienen su labor, aunque saben que desde salir de casa los riesgos acechan.
Hemos visto con gran preocupación la forma en que no solamente buena parte del personal “en la primera línea” de atención al paciente de coronavirus, ha padecido escasez evidente de medios de autoprotección, mientras que las autoridades responsables niegan o reparten culpas y, lo peor, también los servidores han sido objeto de agresiones flagrantes, incluso de los que en realidad dependen real o eventualmente de sus servicios
Pero, en lo local, cabe preguntarse también ¿qué estamos haciendo por proteger a los nuestros? En la inmediatez de la vida municipal y metropolitana, cada quien tiene su parte actuante. Guadalajara y su área, por ejemplo, han mostrado cierta ejemplaridad en el control de la pandemia, pero ahora necesitamos, urge, que también lo sea no solamente en la conducta social sino en la obligada protección a los que se mantienen en el frente para resguardarnos a todos. También es necesario que los servidores públicos tengan un auténtico respaldo de su gobierno. La fracción panista del Ayuntamiento de Guadalajara así lanzó una iniciativa que debe avalarse, para que su propio personal de salud cuente con seguro de vida, con todos los insumos indispensables en su tarea, con un espacio seguro donde poder confinarse -si así lo decide- de su propia familia. Y esto, sin olvidar tampoco a un verdadero ejército de servidores que nos dan garantías y aseguran los servicios fundamentales. Además, igualmente han de contar con el respaldo real de sus propios jefes ante las agresiones o discriminaciones posibles.
Es un hecho, así parece, que pasaremos todavía muchas semanas por cumplir una cuarentena que se nos antoja ya interminable. Sin embargo, la autoridad no puede paralizarse, sobre todo si existe el freno de que muchas decisiones, como las de Cabildo, comisiones y comités municipales, están previstas legalmente para ser presenciales. De ahí que deban tomarse los acuerdos conducentes para que, aun dentro de la contingencia, todo siga operando dentro de la mayor normalidad posible y que, por el bien ciudadano, se atiendan a través de los medios tecnológicos y digitales de los que afortunadamente ahora contamos. Que no haya dudas ni queden sospechas de su efectividad, de su transparencia en el manejo de los recursos vitales en estos casos. Para cumplir con todo ello solamente haría falta la voluntad de hacerlo.
Todavía es incierto el panorama. Hay que seguir haciendo todo por proteger a nuestros ciudadanos, pero no olvidar que, también, hay que proteger a nuestros protectores.
Twitter: @MiguelZarateH
