Ciertamente hay indignación en el gremio médico. No es fácil explicar cómo puede pensarse en contratar, por política, a facultativos de otro país cuando existe todavía un universo enorme de desempleados nacionales de ese sector. La única forma de entenderlo, al parecer, es que se trata de un movimiento más de estrategia para, por un lado, mostrar simpatía y otorgar apoyo sólido (dólares) al gobierno cubano y, por otro, querer traer a cientos de doctores cuya calidad profesional no pasa por filtros, títulos y certificaciones obligados a los mexicanos. Así han cundido en redes comentarios muy polémicos y comparaciones con un proceder similar de los venezolanos que solicitaron y obtuvieron nada menos que el apoyo de 9 mil médicos cubanos (Dios sabe de qué nivel o grado) para otorgar servicios en las zonas más marginadas de aquel país. La verdad resultó diferente ya que la atención a los venezolanos beneficiados con programas de este tipo fue condicionada a que apoyaran a Maduro en su reelección.
En el pasado Cuba se distinguió efectivamente por dar prioridad en su país al aspecto de la salud. Contaba con el respaldo y formación que le facilitaron en aquel entonces los soviéticos y otras naciones aliadas. Se convirtió en “ejemplo” para muchas naciones y de suyo se siguió con la tendencia al grado de que incluso hoy hay más de 5 médicos por cada mil habitantes, cifra que supera con mucho, al doble, el estándar mexicano. Empero, la calidad no es la misma, el retraso tecnológico se ha hecho palpable y hasta se dio el caso de una protesta (de esas que implican allá penas corporales de hasta 30 años de cárcel), ya que los médicos cubanos carecen prácticamente de todo, hasta de los insumos básicos para su actuación, en condiciones paupérrimas y también quedaron, como muchos nuestros, expuestos a la muerte durante la pandemia. De ahí que el interés de Cuba es, ante todo, obtención de divisas por esa vía ya que al médico “expedicionario” se le paga entre un 5 y 25 por ciento de lo que cubre México, como pasó con los que vinieron a atender coronavirus y que por cierto dejaron pésimos antecedentes por su falta de compromiso y nivel de servicio.
Pero veamos cuál es nuestro panorama. En efecto faltan muchos médicos, pero hay cuando menos unos 14 mil que egresan anualmente de 80 facultades y escuelas universitarias de ese ramo. La cantidad acumulada de los llamados “médicos generales” se ha ido incrementando históricamente y, en otro sentido, relativamente es escaso el número de los que acceden a ingresar a una especialidad. El gobierno se hace cargo del programa de residencias médicas y baste con señalar que en veces recientes cada año se presentan unos 45 mil médicos para concursar y solamente obtienen esa posibilidad profesional menos de la quinta parte. Los aspirantes, claro, también van en aumento año con año y aún se duda de que el famoso examen sea a “piso parejo” o que subsista la larga tradición de la venta previa de los exámenes.
Entonces, ¿qué hacen los médicos que quedan en rezago y sin perspectivas? Pues están en su mayoría dedicados a ejercer dentro de lo que podría considerarse la informalidad, atienden los consultorios de las farmacias, dan servicio en las áreas de las empresas, son promotores de farmacéuticas o, lo peor, se emplean en cosas muy distintas a su profesión. Se calcula que en México hay más de 300 mil médicos, cantidad que, sin embargo, aun todos practicando, no cubrirían la cantidad necesaria para atención general de la población. Por ello un aspecto primordial es que trabajen más en instituciones de salud pública y por eso no pueden creer que su propio gobierno otorgue esa oportunidad a extranjeros de dudosa calificación, en vez, digamos como ejemplo, realizar una gran convocatoria nacional al respecto.
Claro que muchos médicos temen zonas de riesgo, especialmente en cuestión de seguridad y esto ha provocado, además del desorden de planeación del sector, que el 80 por ciento ejerza en zona urbanas, lo cual no necesariamente significa que, con un abanico de incentivos, no puedan cubrir la atención en las regiones aisladas o con niveles altos de pobreza. El presidente López Obrador, después de asegurar a todos los médicos y enfermeras que intervinieron de emergencia en la pandemia, tendrían cupo y trabajo en el sistema que hoy se llama IMSS-Bienestar, lejos de cumplir su promesa, da muestra de otra clase de manejos políticos como darle gusto a la dictadura cubana contratando a sus médicos y apoyando económicamente no a ellos sino a su régimen. Así, hasta medallas otorgan los gobernantes cubanos a sus “benefactores”.
Hoy siguen egresando médicos de las escuelas de todo el país, incluso seis de cada diez son mujeres, pero el futuro que les espera es incierto, de sueldos bajísimos y condiciones de mucha limitación. Así, cómo no entender su indignación, cuando su gobierno, aunque sea con esas 500 plazas, entrega el dinero de México a otro país y deja aún más al margen a los médicos nacionales que conocen el entorno y pueden ejercer mejor para bien de todos los mexicanos.
Twitter: @MiguelZarateH