Pese a lo que se afirma, todo indica que la Suprema Corte de Justicia de la Nación está muy distante de considerarse independiente. De hecho, esto no es del todo nuevo ya que la composición del cuerpo colegiado parte de una propuesta presidencial y del voto mayoritario de los senadores del poder en turno. Un ejemplo, algo extraño, es el actual presidente, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, propuesto en su momento por el más odiado político de López Obrador, o sea por Felipe Calderón, pero que poco a poco fue ganando espacio en el ánimo presidencial vigente, convirtiéndose en el titular del Poder Judicial de la Federación el 2 de enero de 2019, ya en el actual régimen. La vinculación entre el mandatario nacional y Zaldívar se ha fortalecido y está muy a la vista, al grado que se recordará motivó a que AMLO lanzara al aire la “sugerencia” de que continuara en ese puesto aun después de haber concluido su término legal. Y vaya que a Zaldívar le tomó mucho, mucho tiempo navegar de muertito en semejante extensión de mando y que, ya con la presión encima de sus compañeros ministros y de la reprobación pública, no tuvo más que declinar y argumentar lo obvio, que se trataba de una modalidad de reelección totalmente inconstitucional.
Sin embargo, la alianza continuó y Zaldívar, salvo algunos destellos, siempre está más que aprontado para hacerse fiel seguidor de los designios de Palacio. El ejemplo concreto lo fue encontrar el modo legal para que la Ley Eléctrica del presidente pasara por la Corte hacia la declaración de constitucionalidad. Estaba ya previsto que López Obrador fracasaría en su intento de alcanzar mayoría calificada en la Legislatura federal para su contrarreforma energética -como en realidad pasó-, de manera que, así lo dijo él mismo, se “blindó” con la ley eléctrica mencionada (una ley secundaria) pero que tuviera la fuerza jurídica necesaria para conseguir imponer la fuerza del Estado y la hegemonía de la Comisión Federal de Electricidad ante el sector que más detesta: el de los generadores privados. Para ello, López echó mano de una carta segura, la de la recién llegada a la Corte Loretta Ortiz (por lo tanto “su” carta), una exdiputada y política de identificación absoluta con su partido, con la 4T y con él mismo y que empezó a hacerse presente nada menos que con el proyecto para que la Ley Eléctrica no se descalificara en el marco constitucional.
Pero, ojo, esto no le acredita ni le acreditará el mismo efecto legal de la contrarreforma fracasada. Aun así, el presidente lanzó amagos contra los demás ministros, les dijo que no fueran a salir con aquello de que “la ley es la ley” (hágame usted favor), y bastó con que se sumara un ministro casualmente incidental como Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena (otro propuesto por Calderón) y desde luego del más aguerrido defensor de sus causas, el ministro presidente Zaldívar, para que tras una confusa y mal manejada votación sacaran adelante el proyecto. Aunque los demás ministros opinaron en contrario, se declaró la constitucionalidad en lo que el presidente de la república señaló como “decisión histórica y patriótica” (aunque fuera de solo tres contra los demás) y, en otras palabras, simplemente se salió con la suya, aunque sea parcialmente, ya que en dicha ley secundaria caben las impugnaciones, litigios y amparos que a no dudarlo le lloverán con todo y las amenazas hasta de tipo penal que hoy proclama el mandatario del país. Lástima que de seguro no toma en cuenta el problema para él de la no retroactividad de la ley.
Empero, lo más grave es lo que queda en el sector judicial, donde se asume de manera pública la Corte en la figura de su presidente, virtualmente como parte del régimen, con el aparente ánimo de un cortesano dispuesto a seguir la “línea” presidencial en éste y en otros casos (la imprevista declaración de una “operación de Estado” para acusar a la familia de Margarita Zavala por el caso ABC o la defensa a ultranza del Fiscal Alejandro Gertz, a quien Zaldívar sin el menor empacho subraya sus grandes afectos, etcétera) y esto abre grandes dudas sobre su imparcialidad real. Hoy, Zaldívar se molesta con la prensa por un conteo cuestionado y, también, asemeja las mañaneras acostumbradas en Palacio al descalificar: “Estamos llegando a un momento en el que cierto grupo, cierto sector de la comentocracia, de la academia, de ciertos grupos pretenden apropiarse del sentido único de la constitución; los críticos están llevados por un interés político claro”, afirmó en un lenguaje que nos parece familiar, demasiado familiar y evidente.
Miguel Zárate Hernández
Twitter: @MiguelZarateH